Reseña de Pompoko

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Que la sociedad japonesa ha avanzado tecnológicamente hasta colocarse como los líderes en los campos de la innovación y de los avances científicos a nivel mundial es algo que todos sabemos. Pero que esos avances, tan fantasiosos en muchas ocasiones y realmente atractivos en una sociedad en el que lo que manda es muchas veces el comprar por comprar, han tenido unos costes para el medio ambiente japonés –o mundial–  irreversibles es algo que también sabemos la gran mayoría aunque muchos trabajen duramente en hacérnoslo olvidar.

En un dulce intento, muy constante y repetido en su trayectoria, Studio Ghibli vuelve a querernos repetir ese mensaje tan necesario. La lucha por la defensa de la flora y faunas autóctonas vuelven a estar en este discreto film que firma Isao Takahata, que cambió en su momento de registro tras haber hecho un duro drama con La Tumba de las Luciérnagas para mostrarnos un film mucho más desenfadado que queda un tanto flojo en conjunto.

La historia, cuya mayor seña de identidad es estar protagonizada por mapaches japoneses, nos cuenta cómo estos se han visto arrinconados en pequeñas parcelas de tierra resultado de las masivas campañas de construcción y ampliación que el área metropolitana de Tokio está sufriendo en una aterradora para los animales década de los noventa. Estos, una vez los hemos conocido, se organizan para luchar contra la sed de construcción de los humanos. El símil con la lucha de territorios que tradicionalmente se ha dado en la historia hace que sea más fácil ponerse en la piel de ambos bandos y usar como referencias otros conflictos similares. Aun así, la película es lenta, se desarrolla sin mucha prisa y en forma de episodios cortos que rompen la continuidad del film y provocan esos terribles momentos en los que quieres mirar al reloj en mitad de la película. No se puede decir que llegue a ser soporífera pero el desequilibrio entre acción y diálogos, muy largos, provocan que desconectes con la trama principal en varias ocasiones.

La película, recordando mucho en cómo se lleva el asunto a las películas más clásicas de Disney, otorga una personificación a los mapaches que sirve de sustento en una película en la que la animación de la que hace gala el estudio está siempre patente en todas sus escenas, siempre fluidas y detalladas tanto en los fondos, coloridos y vivos, como los personajes que consiguen en su mayoría una atención especial debido a sus diseños.

Pompoko

Desde un principio, la película nos cuenta a modo de documental la estrategia de construcción de la ciudad de Tokio mediante alegorías y metáforas visuales que facilitan la compresión a un público más infantil, lo cual es bastante chocante si tenemos en cuenta que la película hace referencias de principio a fin a la cultura japonesa, inundando de un significado cada una de las escenas  y que probablemente pasan desapercibidas en un público occidental desconocedor de tales leyendas, mitos, fábulas o tradiciones japonesas que no paran de bombardear la retina del espectador, ineficaces en la mayoría de las veces para nosotros.

Tanto el humor, personalidades de los protagonistas y situaciones se asemejan tanto a la cultura japonesa que uno piensa siempre que esta película no está pensada en un principio para el público no japonés y que si tenemos esta película a nuestra disposición es debido al auge de Studio Ghibli -gracias a las aclamadas El Viaje de Chihiro y El Castillo Ambulante– a principios de este siglo y se entiende que esta película haya pasado desapercibida en el mercado español, el cual es en muchas ocasiones reacio a productos de tan marcada personalidad.

La banda sonora es aceptable, pero se nota que no cata la mano del gran Joe Hishashi y se limita a acompañar las escenas muy levemente, como si se hubiera diseñado para pasar desapercibida, algo bastante negativo.

Pompoko es una película curiosa, muy disfrutable si a uno le apasiona la cultura japonesa y quieres entender un poco mejor de dónde provienen todas esas referencias del folclore japonés, pero aburrida en su ejecución, siendo directamente soporífera para cualquier niño que se sienta atraído por su estética.