Reseña de Nana

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Suponemos que vosotros, queridos lectores de Hablando en manga, sabéis que en el manga existen unas etiquetas que determinan qué es lo que podemos esperar encontrarnos. Algunas son géneros (aventuras, deporte, lucha, ciencia ficción…) y otras son demográficos que erróneamente se suelen considerar géneros (shônen, shôjo, seinen, josei…). Sea como fuere todos tenemos bastante claro si lo que más nos gusta es el shônen o el shôjo, y esto suele coincidir con el sexo al que pertenecemos, tirando hacia el shônen los chicos y hacia el shôjo las chicas. Pero… ¿qué pasa cuando nos hacemos mayores? ¿Qué pasa cuando tenemos una edad en la que ya no somos el público objetivo de revistas como la Shônen Jump o la Ribon?

Pues que tanto chicos como chicas empezamos a explorar el manga para adultos supuestamente dirigido al sexo contrario, ellas el seinen y ellos el josei. El problema es que a los chicos siempre nos da un poco de cosa reconocer que leemos manga para chicas, y además el josei no nos llega, ni por asomo, con la misma abundancia que el manga para público masculino adulto. Sin embargo, cuando hay algo y además es tan bueno como esto hay que reseñarlo y recomendárselo a cualquiera.

Porque Nana es un josei, aunque se etiquete de shôjo por haberse publicado en la revista Cookie, demográficamente orientada a niñas y chicas de primaria hasta bachillerato. Se nota enseguida, se respira en ella una historia adulta y que puede gustar perfectísimamente a cualquier tío que lleve más de una década afeitándose, mientras que el shôjo puro nos cuesta más (aunque no tenemos ningún problema en reconocer que nos encanta Marmalade Boy).

En fin, de 2000 a 2009 Ai Yazawa nos fue proporcionando entregas de su obra más conocida, recopilada en 21 volúmenes más un especial numerado 7.8, todos ellos publicados también por Planeta DeAgostini, y… desde 2009 está en pausa por supuesta enfermedad de la autora, de la que no ha trascendido demasiado pero que parece que la incapacita para, 5 años después, darle un final a esta obra tan querida. Hay quien sospecha, incluso, que no sabe cómo terminarla. Y personalmente comprendo estas sospechas.

A pesar de este gran problema, Nana se disfruta y engancha. ¿Y de qué va?, os preguntaréis con toda la razón. Ya llegamos: Nana es la historia de dos chicas que comparten nombre, y tras conocerse en un tren acaban compartiendo también piso, pero nada más. Son totalmente distintas: Nana Komatsu, la del pelo castaño, es una pueblerina que se muda a la gran capital de Japón con su inocencia, sus gritos y su gilipollez, mientras que Nana Osaki es una chica con pintas punk, vocalista de los Black Stones, grosera y fumadora… que por lo menos a mí me cae infinitamente mejor que la otra, puesto que debajo de su aparente antipatía y pasotismo se halla una persona sensible y que sufre por culpa de una dificilísima relación sentimental con Ren, líder de los Trapnest, otra banda punk. La otra es sencillamente pava e irreflexiva.

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Como decía acaban viviendo juntas, pero la Komatsu primero lo intenta con su novio, Shôji, una relación que no sobrevive a la convivencia y que lleva a la chica a un cambio de vida total. Viviendo con la Osaki conoce a sus compañeros de banda, que son Yasu (el maduro batería), Shin (el jovencísimo bajo) y Nobu (el honesto guitarra), personajes a los que no tardaremos en querer. Además, la relación de Nana Osaki con Ren hace que este grupo esté conectado con los mencionados Trapnest, los rivales, compuestos por el propio Ren (guitarrista, antes bajo de los Black Stones), el batería Naoki, la estupenda cantante Leyla y el nuevo bajo (y líder) Takumi, ídolo y amor platónico de la Nana de pueblo.

Por cierto, para distinguirlas se usa un juego de palabras que en castellano se pierde un poco: Nana Komatsu es como un perrito faldero y la otra Nana le pone el apodo de «Hachi» (del perro Hachiko), y como en japonés «nana» es 7 y «hachi» 8, pues perfecto. En la traducción, sin embargo, por lo menos en el manga, este «Hachi» de «Hachiko» para a ser «Ocho». Así que tenemos a Nana y Ocho. No suena igual en castellano, ¿verdad?

El argumento hasta aquí podría parecer de shôjo típico, ¿por qué no?, pero el tratamiento que le da Yazawa a esta historia la aleja del calificativo. En Nana no veréis floripondios, ni poses teatrales, ni chicos que se meten con la protagonista, compañera suya de clase, cuando en realidad quieren algo con ella. Olvidaos de eso. En Nana se reflejan los primeros años de la vida adulta alternando escenas de humor con otras profundamente melancólicas y hasta trágicas. Es un drama con toques de comedia, casi un slice of life o cómic de situaciones cotidianas, y sus personajes trabajan, tienen problemas para llegar a fin de mes, rompen corazones y se los rompen, sufren depresiones y decepciones, fuman y beben, tienen sexo, sueños e ilusiones que no se suelen cumplir… vamos, como la vida misma. Es por ello que cualquier joven adulto se puede identificar con uno o varios de sus personajes, porque nos cuenta cosas realistas de un modo realista. Y aunque tiene lugar en Japón no nos da esa sensación típica de los mangas, incluso de los seinen y los josei, de «vale, pero esto en concreto a mí no me pasaría, es Japón». Por alguna razón las situaciones nos parecen tan cercanas que nos olvidamos, a menudo, de que tienen lugar en el país del Sol Naciente.

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Estamos ante un manga que llega, con el que conectamos, y que nos hace alegrarnos y sufrir por los personajes como si estuviéramos viendo una serie de televisión de imagen real de las mal llamadas «culebrones», pero sin el componente cutre y exagerado. Y se hace corto. Esos 21 volúmenes se devoran y lo maldecimos todo por no poder ver cómo continúa, aunque siempre nos queda leer, de alguna manera, los pocos capítulos publicados en la revista que quedaron fuera del volumen 21 pero al mismo tiempo son insuficientes para llenar el deseado 22, probablemente uno de los tomos más esperados por las lectoras y los lectores de manga en general.

¿Es recomendable leerla, entonces, estando inacabada? La verdad es que sí. Al fin y al cabo, mediante flash forwards nos hacemos una idea de cómo termina todo. Solo falta rellenar cómo se llega hasta allí, pero parece ser que a la autora se le antoja titánico. Habrá que tener paciencia.

Nana es también muy conocida por su versión animada, de 47 episodios, pero ojo, que solo adaptan los primeros 12 volúmenes del manga. A partir del 13 es material exclusivo de la versión en papel. Aun así el anime es una adaptación muy fiel y tiene el punto a favor de la música —muy buena, por cierto—, que en el manga lógicamente no podemos ni oír ni escuchar. En este caso, pues, es recomendable disfrutar de las dos versiones. Tenemos también dos películas de imagen real, respectivamente de 2005 y 2006, que por lo tanto tampoco llegan adonde llegó el manga antes de su eterna pausa.