Reseña de La canción de Apolo

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Cuando en el XIX Salón del Manga de Barcelona ECC Ediciones anunciaba, mediante la decoración de su stand, que se metía también en el manga, nos dio un vuelco el corazón de la alegría y más cuando vimos con qué títulos empezaría. De Crows ya se ha hablado y se seguirá hablando en este blog, pero faltaba la otra obra inaugural, ni más ni menos que La canción de Apolo, de Osamu Tezuka.

Como ya habréis podido ver en las librerías, dado que lleva a la venta unas semanas, la editorial se ha decidido por el mismo formato que utilizaron en su día Planeta para MW y Astiberri para la aclamada El libro de los insectos humanos, es decir un tomo grueso que reúne los tankôbon originales, en este caso y como ocurre con muchos títulos del Dios del Manga, un total de tres.

Seguramente es la mejor manera de editar algo que, por lo menos en nuestro país, no tiene un público potencial demasiado amplio, y de rebote al darle el aspecto de un cómic gafapasta se pueden ganar lectores de fuera del ámbito del manga, que entiendo que era la idea. Por suerte, pese a lo que podría sugerir una decisión de este tipo, se ha hecho con el sentido de lectura oriental intacto, aunque sin sobrecubiertas.

El caso es que La canción de Apolo fue un anuncio feliz para los fans de Osamu Tezuka de este país, y ya lo tenemos disponible. Pero si aún estáis dudando si haceros o no con este mamotreto de, eso sí, 25 euros, quizá leyendo estas líneas se aclaren vuestras dudas.

No es ningún descubrimiento que aparte del Tezuka alegre e infantil de Astroboy, La princesa caballero y otras de sus populares obras está el oscuro, el adulto, el de los años 70 en adelante (por desgracia no muy en adelante), y el manga que hoy nos ocupa estaría en este aclamado grupo que, poco a poco, va teniendo más representantes en castellano, acompañando a obras como las mencionadas El libro de los insectos humanos y MW, pero también Ayako, Oda a Kirihito o, claro está, Adolf y Buda.

Pues bien, en esta ocasión Osamu Tezuka, aunque recupera algunos temas típicos en su bibliografía como la reflexión crítica sobre la evolución tecnológica o las atrocidades de la guerra, centra su discurso en un tema que sobresale por encima de los demás, que es el amor. Y no es que le diera por hacer un shôjo romántico, que también los tiene, sino que nos lo plantea desde el punto de vista de un muchacho que odia todo lo que tenga que ver con las relaciones afectivas entre machos y hembras de cualquier especie.

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Se trata de Shôgo Chikaishi, un joven al que internan en un psiquiátrico porque se dedica a torturar y matar animales y afirma que odia el amor. En unas curiosas sesiones de terapia el doctor al cargo intentará descubrir el por qué de esa aversión y cómo curar esa enfermedad mental que afecta al protagonista.

Sobre sus motivaciones no hay demasiado misterio: pronto nos cuentan que la culpa la tiene un trauma infantil relacionado con una madre díscola que profesaba amor a todo el mundo menos a su propio hijo, para más inri no deseado. En cuanto a la cura, la originalidad de los métodos que no solo el doctor, sino también otros personajes, ponen en marcha le da la excusa al autor para meterlo en varias aventuras, algunas reales y otras imaginarias, algunas ambientadas en el futuro y otras en el pasado (quizá estos cambios bruscos de ambientación con un tema en común hacen pensar al fan del autor un pelín en Fénix, aunque es una obra con la que esta solo comparte autor) que le enseñarán el significado del amor y a experimentarlo por sí mismo.

Pero eso sí, siempre pasándolas muy canutas y viviendo auténticas tragedias en una vorágine de sucesos encadenados que a veces no es fácil, tampoco para el lector, discernir si forman parte de la realidad o de alguna ensoñación, y más cuando se nos sugiere que las vivencias del protagonista son pruebas que le pone la diosa Atenea. Tal vez este punto de confusión es deliberado, porque en general es un manga fácil de seguir y que, como siempre y gracias a la maestría de Tezuka en sus técnicas narrativas y un dibujo seinen pero muy cinematográfico, devoraremos aunque en nuestras manos descanse un volumen de más de 540 páginas.

Probablemente no es su mejor obra, al fin y al cabo el listón está muy alto, porque algunas situaciones se nos antojan absurdas y pecan de falta de verosimilitud (no hablamos de las partes que son intencionadamente fantásticas, por supuesto, sino de las que pretenden ser realistas), pero es sumamente entretenida y nos invita a sufrir junto al protagonista hasta el punto de que olvidamos sus orígenes criminales para ponernos en su piel. A diferencia de lo que ocurría en El libro de los insectos humanos, en este caso Shôgo busca reformarse, o por lo menos acepta los cambios —para bien— que vive a medida que los va experimentando, por lo que no es difícil que acabemos identificándonos con él y le deseemos un final feliz.

apolo-lateralLa canción de Apolo es una obra difícilmente comparable, en cuanto a argumento, a ningún otro manga que nos haya llegado por aquí. Es un cómic sobre el amor, pero sin ser una historia romántica en el sentido tradicional de la palabra. Y sobre sexo, claro, aunque esta vez como algo totalmente ligado a los sentimientos. Es también una aventura dividida en varias partes totalmente distintas pero protagonizadas por una misma persona, una aventura dramática y con momentos muy duros en los que no caben, excepcionalmente, las viñetas humorísticas, los personajes-actores o los gags anacrónicos a los que nos tiene acostumbrados Tezuka incluso en sus obras más serias. Pero lo que está claro es que es un título recomendable para cualquiera que haya disfrutado con la bibliografía más seria del Dios del Manga y, por supuesto, quien quiera tener una buena muestra del Tezuka alejado del manga comercial e infantil.

En cuanto a la edición de ECC, como decíamos más arriba ha sido todo un acierto conservar el sentido de lectura oriental a pesar de plantearse como una obra para el lector de cómics general (las editoriales que no suelen publicar manga aún caen, en ocasiones, en el error de espejar los cómics japoneses para llegar a un público más amplio), y también haber condensado esos 3 tomos que recogían el material serializado en la revista semanal Shônen King en 1970 en uno bien grueso. La encuadernación en rústica (tapa blanda) aguanta bien y, por pedir, quizá habría estado bien que tuviera ya no camisa, pero sí solapas —no es que sirvan de mucho, pero dan un toque sofisticado a cualquier libro—, como la ya muchas veces citada en este texto El libro de los insectos humanos.

En cualquier caso ECC nos ha traído más Tezuka cuando, por circunstancias del mercado, no esperábamos ver nada. Y nos lo ha traído bien.