Crónica del 32º Salón Internacional del Cómic de Barcelona

Crónica del 32º Salón Internacional del Cómic de Barcelona
Por Hablando en Manga el 01/06/2014

El Salón del Cómic de Barcelona sigue subiendo la parte numérica de su título y, aunque esto no es nuevo, lo cierto es que llevar 32 ediciones y con las cifras que se manejan —más de 100.000 visitantes una vez más— es para estar más que orgulloso. No en vano desde la organización se afirma que este es probablemente el evento europeo más importante del sector sin contar el de Angulema, que come aparte.

32 ediciones ya de esta cita imprescindible para los amantes de la viñeta y, aunque el cómic japonés tiene su propia celebración y con número —y visitantes— también envidiables, nosotros queríamos estar allí de todas formas porque, si bien en un porcentaje muchísimo menor, el manga también suele estar representado en el Salón del Cómic.

Sin embargo nos encontramos con la edición con menos sabor y olor a manga de los últimos años. Había menos tiendas (si alguien fue para encontrar los típicos stands donde hay manga a buen precio —de segunda mano o no— con el objetivo de rellenar huecos en alguna colección casi seguro que se fue con las manos vacías), incluso las de merchandising eran menos que otras veces (pero estaban, sin duda), y en las que vendían básicamente cómics, y no muñecos y llaveros, también costaba un poco ver las portadas de los últimos mangas aparecidos en el mercado. Y eso si tenían algo de manga.

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La excepción, claro está, fueron los stands de las editoriales que dedican parte de sus lanzamientos al cómic japonés, o la clásica Selecta Visión, con todo su catálogo de anime expuesto, pero incluso entre este grupo se echaron de menos algunos nombres. El de Ivrea era de esperar que no estuviera, suele aparecer solamente en el Salón del Manga, y el de Panini… en realidad ni siquiera se dedicaba a vender su material de Marvel como venía siendo costumbre, con una esquinita para el manga. Esta vez ni una cosa ni la otra.

Pero los grandes ausentes en este sentido, aunque no era del todo imprevisible, fueron los chicos de Editores de Tebeos, que a pesar de —según sus palabras— concentrarse en el cómic occidental desde hace unos meses siguen desaparecidos hasta el punto de notarse el vacío que dejó su habitual stand, un auténtico clásico desde los tiempos en los que se llamaba Glénat. Ni packs de saldo de manga, ni reediciones en tapa dura, ni cómics occidentales. EDT sencillamente no estaba. Esperemos que se trate de un movimiento pensado para ahorrarse el enorme gasto que supone alquilar un espacio en el Salón del Cómic y recuperar fuerzas, que bien las necesita, para volver en la próxima edición, sin duda de este salón y no el del manga.

Ya os contamos que fuimos a esta 32ª edición del evento a cubrir la cuestión de los anuncios de licencias y otras noticias relacionadas que se produjeran en las presentaciones de novedades de las editoriales con sello manga, y estos fueron en realidad los únicos momentos en los que casi olvidamos que no estábamos en el Salón del Manga. Para refrescar, por si no leísteis aquel artículo, principalmente fueron Planeta y Norma las que anunciaron cosillas, mientras que Panini se limitó a explicar vagamente los problemas con las fechas de salida de sus mangas, que llevan meses con retrasos, y ECC aclaró que en lo que queda de año no habrá más nuevos anuncios y que tampoco es que piense volverse loca sacando títulos de origen japonés.

Y eso fue todo en cuanto a manga, señores. Bueno, eso y que El libro de los insectos humanos se llevó el premio a la Mejor Obra de Autor Extranjero, que es ciertamente para alegrarse.

Por lo demás ni en las exposiciones —alguna vez se había visto algo de manga, sí, como cuando el tema del salón fue el de los robots y ahí estaban Mazinger Z o Astroboy—, ni en los disfraces de la gente (mayoritariamente de personajes superheroicos, y el pelo de supersaiyano en cartón que repartió Selecta a partir del viernes no cuenta), ni en los invitados, se respiraba manga. Más bien se puede decir que se intuía, que estaba presente bajo mínimos, como para atestiguar que, de hecho, es cómic. Pero no fue más allá.

Esto podría generar un debate: por un lado se puede considerar normal, puesto que es una parte tan importante dentro del cómic que tiene su propio salón. No hay salón del cómic español, ni francobelga, ni solo de superhéroes, pero sí del manga. Quizá no sería bueno que ambos salones se parecieran tanto entre sí que dieran la impresión de solaparse o repetir planteamientos. Quizá ya está bien que en octubre-noviembre esas paredes contengan a miles de otakus disfrazados y locos por ver y comprar sus productos más deseados, mientras que en abril-mayo sea el turno de otro tipo de lector de cómics y que los otakus de otoño se paseen por allí un rato de un solo día y por pura curiosidad.

Aun así la sensación que nos llevamos de este Salón del Cómic de Barcelona fue de haberse perdido un poco el equilibrio, de que la balanza se inclinaba demasiado hacia el cómic occidental, de que el platillo con este último golpeaba la mesa con fuerza por la casi nula resistencia que ofrecía el otro, el que contenía el manga. Ya está bien separar los dos eventos, que tienen lugar con pocos meses de diferencia y en la misma ciudad, pero prácticamente eliminar el cómic japonés del Salón del Cómic (recapitulamos: tanto en lo que ofrecía el evento en sí como en el material que vendían las tiendas) puede llevar a desnormalizarlo como parte del cómic mundial, a desandar el camino andado hacia la aceptación del manga por parte del público general. En resumen, esperamos ver un pelín más de manga en el 33º Salón Internacional del Cómic de Barcelona. Sin pasarse.

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