Happy #4 Tenis y recreación

happy-4Mi relación con Happy! sigue fenomenal: ella me aporta la magia Urasawa que tanto necesito; a cambio, yo la sigo cuidadosamente, a pesar de que la salida de los tomos haya resultado algo caótica: éste es el cuarto (de quince); recordemos que el primero salió en noviembre del año pasado. Casi nada. En cualquier caso valen la pena, estas esperas: aunque caros –pero de sobresalientísima edición (y frágiles como los que más)–, los volúmenes que contienen la historia de Miyuki Umino y el tenis bien merecen cualquier tipo de contratiempo.

En materia: si en los anteriores números ya veíamos la presentación de los personajes (el cómo, por qué y dónde de cada uno de los elementos que forman este maravilloso spokon ideado en los noventa por el padre de, por ejemplo, Billy Bat), en este cuarto tomo (en la edición original iríamos por el sexto) ya hablamos de resoluciones satisfactorias: todo parece haber encontrado su lugar, al menos dentro del primer acto de la serie.

Hemos podido leer ya algunas cosas interesantes, la verdad: la relación de Miyuki y sus a rato insoportables hermanos con respecto al incidente de la deuda millonaria que atesoran; también al perro John Travolta y a la tópica dueña del mismo (bueno, en realidad en esta serie todo son algo tópicos, siendo el bueno extremadamente amable y el malo permanentemente irritante), así cómo qué le paso a ésta en el pasado y cómo se trata con su hijo (así como éste con la rica heredera del grupo empresarial rival al de su familia). Y, por supuesto, el primer torneo que presenciamos y con el cual la protagonista quiere comenzar a resolver el entuerto con el que comienza la historia. Happy! no quiere ser Monster, ni tampoco lo pretende. Es lo típico, lo que se espera que una reseña diga. Es el molde, vaya, pero es que el difícilmente ocultable. Ésta quiere ser algo propio, algo que pueda presumir de un estilo diferencial que, pese a llevar el sello Urasawa marcado hasta las entrañas –¡lo cual es perfecto!–, pueda resultar un producto de calidad de una manera individual. Y, por fortuna, de momento lo consigue. No es, en cualquier caso, la mejor obra del momento. Tampoco la primera que recomendar a un amigo que quiere entrar en esto; sí es, ojo, otro bastión para el fan de Urasawa que quiere aun más.