El único inconveniente que siempre he tenido con Makoto Shinkai es la inmensa agonía que siento al ver sus películas románticas, algo que es debido a la excesiva tristeza que en ocasiones desprenden. El drama es un género cinematográfico que desde siempre me ha gustado, pero no soy capaz de disfrutar totalmente de una obra en la que desdicha tras desdicha se va formando una atmósfera tan lúgubre que no da lugar a la esperanza para que en un futuro las cosas puedan acabar bien, o simplemente mejor. Es por esto que El jardín de las palabras, aun con las buenas críticas que ha tenido, no lograba seducirme de la misma manera que lo hizo Viaje a Agartha en su momento, una película del mismo autor donde el romance no era la trama principal.
Aun así decidí verla, y cuando la acabé me di cuenta de que haberle dado una oportunidad había sido lo mejor que podía haber hecho, y es que esta pequeña historia de cincuenta minutos, protagonizada por un joven de 15 años y una mujer de 27, es capaz de transmitir con gran realismo una enorme amalgama de sentimientos en cada escena, en cada momento y en cada diálogo, sin permitir que el espectador se sumerja en un ambiente taciturno, meláncolico y sin esperanzas. Es por ello que esta película me sorprendió mucho dentro de la filmografía del cineasta japonés; es cierto que se nota la firma del director tanto en la historia como en la animación, pero sin embargo no sólo las sensaciones que provoca son distintas: también es una obra más romántica donde los personajes secundarios apenas intervienen y en la cual el simbolismo oculta gran parte del mensaje y de la historia.
He leído varias veces que El jardín de las palabras es la obra más sencilla y más vacía de Shinkai, y es algo en lo que no puedo estar de acuerdo. Es cierto que entre los personajes no hay mucho dialogo, pero como bien expone el título, es el propio jardín el que está hablando continuamente y es él el que nos cuenta parte de este relato. Como acabo de decir, es una película cargada de simbolismo donde todo lo que pasa está para cumplir un cometido. No está puesto al azar que el muchacho quiera ser un zapatero; como dice la propia mujer, ella está descalza y necesita un apoyo para volver a caminar. El jardín es el refugio que permite a los protagonistas evadirse del mundo que les rodea, olvidarse de las responsabilidades y preocupaciones y guardar sus secretos. En ningún momento se desvela quiénes son mientras están en ese lugar. La lluvia, por otra parte, sirve como puente entre los enamorados, pero también oculta los sentimientos entre los dos, y es que cada vez que abren sus corazones el cielo se despeja y la lluvia comienza a desvanecerse.
Es gracias a esta simbología que podemos profundizar en los protagonistas y darnos cuenta de que esta cinta es mucho más que una simple historia de amor; es una obra que indaga en el estado psicológico de unos personajes que se encuentran perdidos y que al estar juntos sacian sus carencias. El joven encuentra en ella un amor maternal que nunca obtuvo de su propia madre, y la mujer encuentra en él a un zapatero que le da un nuevo punto de apoyo sobre el que caminar. Esta nueva luz que encuentran el uno en el otro da paso a un romance que deja unos momentos muy tiernos, sentimentales y encantadores, y sin ninguna duda los que más he disfrutado de este director.
Con lo que todo el mundo está de acuerdo sobre este film es la fascinante animación, los alucinantes fondos y la deslumbrante banda sonora. Hasta el momento no he podido encontrar ninguna otra obra tan cuidada ni tan realista como El jardín de las palabras. La perfección que tienen los reflejos, la iluminación, los ángulos, los cambios de plano y las sombras, no tienen comparación posible, y consiguen hacer que nos preguntemos cada cierto tiempo si eso que nos muestran es realmente un dibujo o una fotografía real. Los diseños y la fluidez con la que se mueven los personajes logran que no destaquen –negativamente– ante unos escenarios tan realistas.
Son muchas cosas: por todas ellas considero que ésta es, posiblemente, la película que más me ha gustado del director gracias todos los elementos que la forman, como su desarrollo y su simbolismo.