Reseña de Rohan en el Louvre

rohan 001 edicionesHace un par de años, cuando también se pedía con la misma inusitada insistencia que ahora cualquier tipo de incursión manga de la más conocida historia de Hirohiko Araki (la de los icónicos Joestar, por supuesto) en nuestro país, la editorial 001 Ediciones, sin previa entrada en el mundo del manga pero sí para con la historia del Louvre (suya es la edición española de El cielo sobre el Louvre, de Jean- Claude Carrière y Bernar Yslaire) sacó el curiosísimo libro de Rohan en el Louvre, una auténtica metralla de color y diseños rebosantes de una extrañísima mezcla de locura japonesa y pop-art variado que firmaba un Araki que, por cierto, ya habíamos visto en nuestro mercado con Baoh, un manga que aquí se publicó en los noventa y que pertenecía a una de las mejores épocas de la Jump conocidas, la ochentera (Capitán Tsubasa, Dragon Ball, Kinnikuman o Kimagure Orange Road, por nombrar algunos grandes clásicos pertenecientes a ese momento).

La historia sitúa a Rohan Kishibe en el contexto artístico del Louvre de París: el personaje aparecido en Diamond is Unbreakable (la cuarta parte de Jojo’s Bizarre Adventure) es dibujante de manga, y también una especie de parodia alienada del autor (a lo largo de la historia se hallan un par de comentarios, de fácil localización, especialmente agudos vistos en perspectiva); él es el perfecto protagonista para ir de un lado a otro mientras oteamos, de principio a fin y de una manera dilucidariamente brillante, la capacidad narrativa de Araki. La historia es lo de menos (una mujer misteriosamente exuberante; un cuadro que se supone es lo contrario a La Gioconda de Da Vinci a encontrar): lo realmente fabuloso de este corto y preciso volumen es lo majestuosamente bien acabado que está. Y es innegable: el apartado artístico, con un especial énfasis en la espectacularidad visual, es una tremenda muestra de un mejunje de maestría y experiencia condensado con gracia y salero como pocos hay; la técnica narrativa del autor, de poco texto alegórico y muchas viñetas de pausa reflexiva, sorprendentemente inmersiva.

Rohan en el Louvre habla sobre arte entendiéndose a sí mismo como parte de esa concepción. Una distinta, muy japonesizada y de locura transitoria, pero bella al fin y al cabo (tanto por dentro como por fuera). Y eso es lo que importa.