Vagabond #8 No estoy solo

vagabond 8Una constante en el trabajo de Inoue es su afán por llevar a los personajes más allá de su mero papel como integrantes de una historia, ya sean principales o secundarios. Dicen que la maestría de un autor que maneja muchos personajes se muestra cuando es capaz de dejar de lado, por un momento, al personaje protagonista para que otros acaparen un valioso tramo de la obra. En esta ocasión, coincidiendo con el final del recorrido de Musashi por el Templo Hōzōin, asistiremos al trágico pasado de uno de los personajes más fuertes a los que nuestro protagonista se ha enfrentado: Hōzōin Inshun, heredero del legendario maestro Hōzōin Kakuzenbō In’ei, creador de una de las artes del manejo de la lanza más famosas de Japón.

El presente tomo, tras su planteamiento narrativo, confirma algo que ya podíamos adivinar en las anteriores entregas de la obra: Vagabond no es un manga de duelos y peleas “a cascoporro”.

La revisión que Takehiko Inoue ha hecho del legendario Miyamoto Musashi es densa, profunda e intensamente humana. Porque, oigan ustedes, los samuráis allí donde los ven también eran humanos. El daño que la fantasía desmedida ha hecho a estos guerreros del pasado es incalculable, y el que espere encontrarse con técnicas espectaculares, saltos mortales y “power-ups” increíbles ya puede pasar de largo, porque esta obra es bastante realista en este sentido. Combates hay, sí, pero son auténticos: Dos contendientes que se miran, se analizan, que se temen y se respetan. Estocadas y golpes crudos que sirven como una extensión del alma, para proclamarse más fuerte que el rival. No nos encontraremos duelos eternos, pero sí largos momentos de reflexión antes y después del combate: Momentos en los que se contempla la vida y sus valores; preguntas y respuestas que cortan el viento como la hoja de la katana más afilada. Gestos de fiereza, respeto y temor. Miradas de samurái.

Aunque parezca imposible que una vida llena de superación y combates, como la del protagonista que nos ocupa, pueda ser contada sin alucinantes y extensos duelos, Takehiko Inoue lo consigue. Y no aburre. Las auténticas luchas nacen de algún pretexto y, en esta historia, la psicología de los personajes es el ente que maneja la espada con notable destreza. Es por ello que, aunque el presente tomo apenas muestra unas pocas páginas de acción, la ligereza que esta historia transmite en algunos tramos a través de las vivencias de los personajes hace que estemos ante una lectura apetecible, pausada pero ligera. La profunda y tradicional contemplación de la cultura japonesa también invade esta obra.

Al final del tomo, con el que nuestro protagonista prosigue su camino dejando atrás la destreza de los monjes lanceros, reaparecen dos personajes fundamentales para el desarrollo de la trama central que, por la situación que plantean, harán que el lector quiera continuar leyendo qué destino espera a nuestro samurái predilecto. Y es que la vida de un samurái, al igual que la de cualquier persona, puede contemplar celos, traición y, por qué no, situaciones cómicas. Valdrá la pena seguir leyendo la que por ahora es, quizás, la historia de samuráis más humana y psicológicamente compleja que ha dado el manga.