Si comparamos los siete primeros tomos de Silver Spoon con los de Fullmetal Alchemist, la serie de granjeros sale ganando y no por poco: esta comparativa es un poco tramposa, no nos engañemos, pero nos sirve para darnos cuenta de lo buena que está resultando ser la nueva serie de la autora de las aquí también publicadas Hero Tales o Aristocracia Campesina: cuando en la magnífica epopeya de los hermanos Elric (que ya reseñé aquí) aún nos preguntábamos hacia dónde pensaba ir Hiromu Arakawa con aquella serie de confabulaciones alquímicas y magias perdidas, aquí ya sabemos muy bien lo que hay y en qué dirección apunta: quizás por eso no sea tan extraño, que no decepcionante, enterarse de que no está vendiendo en nuestro país tanto como se esperaba: la historia de Hachiken, un joven que acaba estudiando en una escuela agraria japonesa, es fresca, divertida y un buen sustento para aquel que quiera una comedia entretenida y distendida ambientada en una granja.
Porque claro, ahí está precisamente el mayor –probablemente el único– punto que podría echarse en contra de la serie: al tener una dirección tan clara y bien marcada, que decía antes, la de la comedia coral en un entorno rural con animales de por medio, mucha gente puede echarse atrás en un primer momento sin darle una oportunidad a la increíble capacidad de Hiromu Arakawa para hacer manga. Porque hay mucho de eso, aquí: el uso de las viñetas, los chispeantes diálogos o el perfecto devenir de los personajes son elementos que aquí son usados con una gracia acomplejante: Arakawa es una autora estupenda, y sabe impregnar en cada una de sus obras mucho de su talento.
No sé cuánto durará esta historia, pero si la consigue cerrar en un punto donde la redondez que hasta ahora ha mostrado quede totalmente cercada sin un atisbo de innecesarios alargamientos rítmicos, con el tiempo (creo) se irá apreciando más y más como lo que es: una obra repleta de una maravillosa comicidad muy espontanea que cualquiera puede disfrutar de una forma casi inmediata.