Reseña de Solanin

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Inio Asano no pudo escoger mejor titulo para su obra más conocida: la solanina es una toxina que producen muchos vegetales, en especial las patatas si se las deja mucho tiempo abandonadas sin consumir. Solanin, el título del manga, no hace sino recordar este veneno (solanine en inglés), y no podemos evitar pensar en que haya una correlación. Como he expuesto anteriormente, esta toxina se genera porque se las abandona, y resulta muy fácil hacer un paralelismo con los sentimientos humanos; los pensamientos y emociones más negativos no surgen de repente muchas veces, sino que crecen a partir de una semilla que se plantó hace tiempo atrás y que se abandonó. Al abandonar dicha semilla, ésta crece en las sombras, alimentándose poco a poco y aumentando su volumen: llega un punto en el que, un pensamiento, una idea de nada que si se hubiera afrontado en su momento hubiera sido fácil de erradicar (hablando con alguien, por ejemplo), se convierte en una carga personal, un lastre, algo que pesa sobre tu ser y parece una montaña. Es entonces cuando este pensamiento es cada vez más tóxico, domina a uno mismo y se hace imposible hablar de ello. Parece un mundo: en este momento ya sólo te quedan dos opciones, o cortar de raíz todo el mal –como una amputación– o dejarte consumir por ello e intoxicarse uno mismo (y por ende todas las relaciones personales posibles).

Solanin es un manga de dos tomos de carácter costumbrista, un claro retrato de la juventud actual, como la mayoría de obras de Inio Asano. Este mangaka se ha alzado como la voz de una generación, una que ya no tiene claras sus preferencias y deseos. Una generación que sigue los pasos establecidos por sus padres y sus abuelos, quienes siempre les han inculcado que deben estudiar para poder trabajar. Hacerlo para ganar dinero y poder comprar una casa, un coche y mantener una familia. Educar a tu familia para que tus hijos se desenvuelvan del mismo modo y sigan los pasos de tus abuelos, tus padres y, al final, los tuyos. Una generación que bajo estos valores y estas expectativas que ellos no han escogido se sienten perdidos, en la deriva, ahogados, con la necesidad de parar y re-evaluar todas sus creencias e imposiciones descubriendo verdaderamente lo que quieren.

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Solanin es la historia de unos personajes ficticios japoneses, pero también es la historia de una multitud de nipones reales; también es tu historia, y también es la mía. Asano, con su narrativa, logra romper las diferencias culturales y contarnos una aventura universal, con la que múltiples personas pueden sentirse identificadas. Una obra que intenta averiguar cómo combatir el miedo y la apatía, cuán difícil es cambiarse uno mismo o reflexionar acerca de cómo muchas veces la vida no es compasiva y hasta que no te da un puñetazo en la cara no consigues reaccionar. Asano nos cuenta las experiencias de 5 amigos, con sus sueños, sus esperanzas, sus deseos, sus miedos, sus defectos y sus demonios. Son personajes entrañables en el momento más decisivo de su vida, cuando ya han salido del último refugio de su juventud, la universidad, y deben comportarse como adultos –aunque aún no lo sean– en un mundo frío y hostil (el laboral). Es, simple y llanamente, una oda a la madurez.

Lo mejor de la historia es que todos los personajes tienen su presentación y correspondiente desarrollo; aunque la pareja principal sean los personajes que a simple vista se ven dentro de ese papel, los tres secundarios también tienen sus momentos, y todos ellos evolucionan. Porque este manga también es un canto a la amistad, al amor y a la esperanza de un mañana mejor. Algo que no tiene que querer significar un trabajo más bien pagado o una vida fructífera, sino un simple cambio de actitud, una mejor disposición para con la vida y una nueva y sana resolución. Y esto lo podemos apreciar cuando, al principio del manga, Meiko y Taneda –los protagonistas– deciden saltar al vacío sin una cuerda de seguridad, abandonando sus puestos de trabajo estables para buscar lo que realmente desean.

Y si esta obra triunfa como lo hace es, especialmente, por su narración. Asano logra transmitir con pocas palabras, es de esos grandes autores que con una expresión, una palabra o un fondo, logran expresarse mucho mejor que con una exposición larga y tendida. El autor de la también recomendada Oyasumi Punpun organiza la obra alrededor de una canción –Solanin– y a medida que vaya avanzando la historia quiere que podamos interpretar de distintos modos la letra.

Pero lo que hace especial este manga, pero especial de verdad, es que es perfecto. Hay obras que se apoyan en un capítulo que es fabuloso, brillante, que sólo por ese capítulo mereces haber leído una obra. Hay otras historias que tienen multitud de muy buenos capítulos que hacen placentera la experiencia, y hay obras como Solanin que te das cuenta de lo perfecto que es cuando terminas de leerlo, en la última página. Y esto es así porque te das cuenta de que, pese a que ningún capítulo es muy intenso, que ningún capítulo te llega sobremanera, todos ellos han jugado su papel, han ido creando una historia, un mundo que cuando por fin lo terminas te cercioras de cómo todo estaba planeado de antemano, que todo encaja y que en definitiva que no hay nada que no tenga un propósito preparado.

Solanin fue una de las primeras obras de Asano, y aunque no podemos apreciar el mismo acabado gráfico que tienen sus mangas posteriores, tampoco podemos de ningún modo decir que el dibujo de este manga es malo. Los fondos ya empiezan a ser muy detallados, y las caras de los personajes tienen muchísima expresividad, resultando muy entrañables. Y además, como curiosidad, ya podemos ver que el diseño de Punpun ya rondaba por la mente del mangaka desde hace mucho tiempo, porque lo podemos ver en algunos paneles de la ciudad donde trascurre el argumento.

Éste es un manga como la vida misma: real, precioso y, a la vez, cruel. Un reflejo de nuestro mundo que, del mismo modo que cuando dejamos a un amigo, nos despide con un hasta luego de estos que no sabes cuando os volveréis a ver, pero tienes la certeza de que os reencontraréis. Y creedme, os encantará.