Cuando vemos un manga con un dibujo precioso, o una serie de anime particularmente cuidada, nos sobrecoge una gran admiración hacia sus creadores. Son grandes talentos, muy buenos dibujantes sin duda, pero lo cierto es que hasta hace un tiempo nadie se hubiera atrevido a calificarlos de artistas. «Sí bueno, les ha quedado muy bien, ¿pero es esto realmente arte? ¿Podríamos exponerlo en un museo?». Incluso los propios japoneses tenían sus reticencias.
Romper este tabú ha sido un proceso laborioso, una causa por la que han luchado muchos artistas nipones, pero quizás el empujón definitivo no hubiera llegado si no es de la mano de Takashi Murakami. Murakami es uno de los artistas más influyentes y vanguardistas del último medio siglo, y también uno de los más cotizados, pero sobretodo es a quién debemos el movimiento Superflat, que revolucionó el mercado del arte dentro y fuera de Japón.
Murakami se crió en el Japón de la posguerra, vivió las maravillas del milagro económico y presenció el nacimiento de una nueva cultura que superponía la modernidad occidental a las arraigadas tradiciones de su país. En su juventud perteneció a la subcultura otaku, que bebía de series como Uchu Senkan Yamato o Galaxy Express 999, y se vio abocado al negocio de la animación, muy partidario del trabajo que desarrollaba GAINAX. Afortunadamente para todos, decidió virar el timón de su carrera para convertirse en el nuevo modelo de artista de su país.
A principios de los 90 Japón estaba desbocado y Takashi supo ver los grandes defectos de su sociedad donde los demás veían abundancia y prosperidad. Murakami describía la sociedad japonesa como un modelo de «consumismo infantil». Ganaban dinero, lo gastaban como niños y cada vez perdían más y más la noción de la realidad. En su opinión, aquel desbarajuste, que había sido creado por la irrupción repentina y salvaje de la cultura occidental, estaba echando a perder la identidad del pueblo japonés.
La serie de cuadros Time Bokan (1993) representa en este aspecto una crítica feroz, y es en mi opinión una de las más atrevidas que se han hecho nunca, jugándose el rechazo de una gran parte de la sociedad. Hongos nucleares en forma de calavera sobre fondos de colores llamativos. Vemos los ojos de las calaveras repletos de flores. Murakami llama la atención de los japoneses, «estamos banalizando el terror de lo que pasó en Hiroshima y en Nagasaki, esta sociedad consumista y ñoña está negando un pasado y unos sentimientos muy serios».
Ese mismo año crea a Mr. DOB, un álter ego que recuerda a personajes como Doraemon, Sonic the Hedgehog o Mickey Mouse, y que protagonizará e incluso firmará algunas de sus obras posteriores.
Es hacia finales de la década de los 90 cuando la temática sexual hace acto de presencia en la obra de Murakami. Se trata de representar la sexualidad perversa que ha adoptado la subcultura otaku en Japón. Temas como el fetichismo o la búsqueda egoísta del placer mediante la masturbación se cuelan en sus cuadros. A este periodo pertenecen esculturas como Hiropon (1997) y Lonesome Cowboy (1998). Esta última se vendió en Shoteby’s en 2008 por 13 millones y medio de dólares.

Lonesome Cowboy (1998)
A estas alturas Takashi Murakami empezaba a ser considerado «el Andy Warhol japonés», pero todavía guardaba más sorpresas en su cabeza. Al igual que hiciera Warhol con The Factory, la cuál producía en cadena sus serigrafías y litografías, Murakami también se vio tentado por esta industrialización del arte. Hiropon Factory, fundada en 1996, dio lugar posteriormente a Kaikai Kiki Co., una compañía dedicada a la producción artística y el diseño industrial. Entre otras cosas, Murakami diseñó campañas para Louis Vuitton o uno de los famosos doodles de Google.
Actualmente, dicha empresa no sólo engloba la producción artística de Takashi Murakami, sino la de muchos otros artistas contemporáneos. En mi opinión, es impresionante ver como se pueden fabricar en cadena cuadros dignos de estar expuestos en los más grandes museos. Sobretodo por lo que ello supone, pretender cambiar radicalmente la manera en que personas como ustedes o yo vemos el arte. Uno se plantea realmente en base a qué debemos valorarlo.
Ojalá pudiese extenderme más en este comentario, pero ni yo soy un experto ni esta es una bitácora centrada en el arte. Pero eso sí, espero que este artículo haya servido para acercaros, aunque sólo sea de forma superficial, algo de la obra y la vida de Takashi Murakami, un gran hombre que hoy cumple 52 años. ¡Felicidades, maestro!