No es ningún misterio que Super Nintendo fue una de las plataformas más prolíficas en cuestión de RPGs, y lo mejor de todo es que la cantidad no estaba en absoluto reñida con la calidad; lo mismo había un Breath of Fire II que un Final Fantasy VI o un Chrono Trigger: sin duda, aquella fue la primera época dorada del género. A la sombra de aquellos despampanantes juegos de Squaresoft o Capcom creció un pequeño estudio llamado Quintet, propiedad de Enix, que también intentó ganarse un huequecito en la industria. De hecho, seguro que los más veteranos recuerdan con cariño algunos de sus títulos, como ActRaiser, Illusion of Time o Terranigma, siendo estos dos de los primeros que se tradujeron al español. Menos conocido, sin embargo, es Robotrek, una de las producciones que se quedó en el limbo americano.
Robotrek salió en Japón en julio de 1994 bajo el nombre Slapstick, y aunque Quintet gozaba de una buena reputación en la época, lo cierto es que las ventas del título fueron muy modestas, con apenas 45.000 copias vendidas allí. El juego, dirigido por Masaya Hashimoto y con música de Ayako Yoda, no llegó a ser ninguna revolución, pero los que lo jugaron lo siguen recordando por su mezcla de acción futurista y ese toque típico de Quintet, muy afín al espíritu de la serie Soul Blazer que sí tuvo mejor suerte. En definitiva, un exponente más del buen hacer de esta compañía, que sin tener ningún tipo de pretensiones consiguió divertir a los jugadores de la época, aunque perdiera la oportunidad de convertirse en algo más grande por culpa de su falta de complejidad.
Su historia tiene lugar en el remoto planeta Quintenix (sí, ya veis, todo un alarde de originalidad), donde un grupo conocido como “Los hackers” ha empezado a provocar problemas por todas partes. El protagonista, residente en el pequeño pueblo de Rococó e hijo del famoso doctor Akihabara, descubre que la malvada organización quiere aprovecharse del trabajo de su padre, aunque su verdadero objetivo es el Treton: una misteriosa piedra que permite observar los eventos pasados y futuros y también viajar por el tiempo. Así pues, el joven parte en una aventura para truncar los funestos planes de Los hackers y salvar al mundo de la inminente destrucción que provocaría el Treton si cayera en malas manos.
Lo divertido de Robotrek es que se atreve a innovar en varios aspectos pero a la vez se mantiene simple para que cualquiera pueda jugar sin romperse demasiado el coco. En general, el modo de juego es similar al de otros RPGs con la excepción de los combates, que es donde está la verdadera chicha del juego. Como el protagonista es un chaval cualquiera sin mucha fuerza, los contendientes serán sus robots, que lucharán por él en las batallas que sea preciso. Estos robots se pueden personalizar en cierto grado, modificando aspectos como su equipamiento, ataques especiales, color y nombre. El jugador puede llevar un máximo de tres robots y buscar nuevas piezas para mejorarlos, aunque al principio sólo se puede llevar uno y hay que esperar a avanzar un poco en la aventura para poder usar más.
En batalla, el combate se sucede por turnos con uno de nuestros autómatas (que podemos cambiar en cualquier momento), aunque bien se podría considerar como un juego táctico, ya que hay que moverlos por el escenario para acercarlos hasta los contrincantes. Sin embargo, al contrario que otros juegos, los enemigos no dejarán dinero al ser derrotados, sino que soltarán piezas que podemos reciclar para conseguir la pasta. El sistema de lucha también emplea diversas bonificaciones, que obtendremos por cosas como acabar el combate dentro de un límite de tiempo o al usar ataques que afecten a varios enemigos. Respecto a estos ataques especiales, hay que introducir una combinación de botones para que funcionen, aunque cuidado, sólo lo harán si el robot tiene equipado el material correcto: por ejemplo, no podrá usar técnicas con láseres o bombas si va armado con una espada, ¡es de sentido común!
Por otro lado, gran parte del juego gira alrededor de la creación de piezas para nuestros robots, una ayuda vital para conseguir equipamientos más potentes y útiles en nuestra aventura. El jugador puede crear y combinar distintos objetos usando una máquina especial que nos permitirá conseguir estas piezas y también obteniendo la serie de libros “Los amigos del inventor”, que sólo se pueden conseguir según aumenta el nivel del personaje. Las armas también siguen este proceso de reciclaje y mejora: por ejemplo, combinando dos espadas obtendremos una más poderosa y con nuevas características. En total, un arma puede aumentar su fuerza hasta nueve niveles, más que suficiente para destrozar a cualquier enemigo que se nos ponga por delante.
En general, se trata de un título simple pero atrevido, con ganas de aportar algo nuevo sin que se haga demasiado lioso y provoque tedio al jugar. La historia no es nada del otro mundo, pero se hace entrañable y entretenida, recordándonos lo encantador de los juegos de antaño. Además, está llena de misiones secundarias y rompecabezas de todo tipo que ayudan a alargar un poco más la diversión, ¿qué más se puede pedir? Está claro que no es, ni mucho menos, uno de los mejores exponentes del género dentro ni fuera de la consola, pero vale la pena probarlo y disfrutar de su sencillez, aunque sólo sea por ofrecerle un poco de atención a un juego que, por desgracia, ha caído totalmente en el olvido.