He tardado un tiempo en hacer esto. No sabía muy bien –no me parecía muy correcto, realmente– si dedicarle unas líneas a un libro de ilustraciones estaba lo suficientemente justificado. Si, más que otra cosa, iba a poder extenderme tanto como para escribir cuatrocientas o quinientas palabras acerca de algo que, a simple vista, no es más que un compendio de ilustraciones recogidas en dos tapas blandas protegidas bajo dos kanjis japonés. Si finalmente lo he hecho, vaya, ha sido porque básicamente este Manben que firma Urasawa me ha terminado pareciendo soberbio, precioso y, sobre todo, tan necesario como para ello. Y es que este libro de procedencia francesa –dudé entre comprar éste o el italiano, que (creo) son las únicas ediciones europeas– ha terminado siendo poco menos que un tesoro personal, uno con la capacidad de guardar algo de un valor tan incalculable como el tiempo.
El tiempo, sí, porque de eso tratan al fin y al cabo los artbooks: de intentar salvaguardar, de algún modo, todos las experiencias –convertidas ahora en esos recuerdos– que una obra o autor nos produjo en algún momento determinado de nuestras vidas como lectores. Por eso nos gustan tanto los libros de ilustraciones, de hecho: porque nos permiten retroceder unos cuantos años de una manera tan rápida y sencilla como satisfactoria. Justo por ese motivo este Manben de Naoki Urasawa me ha gustado tantísimo, porque me han permitido revivir aquellas lecturas —Monster y 20th Century Boys, principalmente– que para mí tanto supusieron y a las que les guardo un irreemplazable cariño.
Y que supondrán: aunque buena parte de su contenido se centra en ellas, también hay muchísimo dedicado a toda la trayectoria de un autor para tener siempre bien presente: Pluto, Yawara!, Dancing Policeman y todas las demás también tienen su hueco aquí, en algún punto del sinfín de páginas satinadas de una increíble calidad que el libro recoge. El es el libro de Urasawa, pero también es el nuestro: es el libro para cada uno de los que en algún momento disfrutaron con el tipo de narrativa casi hollywoodiense que el autor maneja con un innato talento; es el libro de esos que no solo quieren apreciar de cerca cada uno de los trazos que el japonés emplea para dibujar sus personajes, sino que es, en definitiva, el de todos aquellos que desean no olvidar jamás los recuerdos ligados a las maravillosas historias del autor. Porque, al fin y al cabo, sería perder una parte de nosotros.