Primeras impresiones de Terra Formars

terraformars01No vamos a entrar en justificaciones: sé perfectamente que el segundo tomo está en la calle –y en mi estantería, dicho sea de paso– y que este texto tendría que haber llegado hace bastante. Por ello, muy seguramente sea este factor, el estrictamente temporal, el que haga que hablar ahora de Terra Formars no resulte tan de recibo como lo pudo haber sido hace dos meses, pero eso sería andarse con medias tintas para hablar de una obra que, a juzgar por lo contemplado en su primer volumen –bajo el título de Encuentro con lo conocido–, se muestra indeciso para dar con la tecla adecuada.

Tampoco es que buscara en Terra Formars la elegancia o el derroche de talento puestos en space operas como la portentosa Magnetic Rose o la infravalorada Planetes, como tampoco esta obra de la misma índole escrita por Yu Sasagi e ilustrada por Ken-ichi Tachibana ha resultado ser ni mucho un fiasco descontrolado.

Al fin y al cabo, los ingredientes para un explosivo relato de ciencia-ficción y terror estaban –y siguen estando– ahí, y su premisa argumental, aunque algo desaprovechada en este primer volumen, supone a todas luces un prometedor caldo de cultivo para los tomos venideros: en el año 2599, un grupo de quince jóvenes es enviado a bordo de la nave Bugs#2 a la superficie de Marte, donde el ser humano lleva tiempo aplicando un proceso de terraformación que, para sorpresa de los tripulantes, ha originado una evolución inesperada de la única forma de vida enviada al planeta rojo: las cucarachas.

La premisa está algo desaprovechada, decía, porque al desarrollo de la trama le cuesta aprovechar con soltura todos los recursos que se le brindan en este primer tomo: filones como el primer encuentro con el mal que los protagonistas deberán enfrentar o las consecuencias de esta lucha sobre los personajes quedan difuminados por la prisa en sí que tiene la historia y, sobre todo, por una fijación no malsana pero sí demasiado insistente en basar el interés narrativo en los sucesivos golpes de efecto y giros de guion.

Con todo, a Terra Formars no le falta garra, va sobrada en intenciones y se toma lo suficientemente en serio a sí misma como para tapar posibles despropósitos, pero al final se echa de menos un incentivo a la violencia recurrente, cruda y desacomplejada de la que hace gala y que sostiene gran parte del hilo narrativo. Hay, no obstante, intentos significativos para generar espontáneamente este incentivo, pero aplicados con una insistente descompensación entre la efectividad del guion y la del dibujo: Tachibana consigue un trabajo redondo en cuanto al impacto de las imágenes y el estimulante magnetismo de los combates, mientras que por contra a Sasagi le cuesta hallar recursos narrativos que impliquen al lector más allá de ver cómo acaba todo.

Sea como fuere, me atrevo a decir que Tachibana y Sasagi han acertado a la hora de convertir este primer arco autoconclusivo en una producto eminentemente entretenido y, en cierto sentido, fresco para la temática que afronta, pero se pierden y se quedan un poco cortos en su loable intento por lograr una mayor profundización a los diversos elementos que confluyen en la historia. No me atrevo a hablar decepción como tampoco me atrevo a apelar a las expectativas de futuro, pero lo que sí queda claro viendo el panorama es que a Terra Formars le conviene dar cuanto antes con su ruta a seguir. Le conviene, y mucho.


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