Yo no soy partidario de los scans: ni en una concepción de los mismos como una vulneración al fin y al cabo de los derechos que les dan de comer a los autores ni en uno mucho más personal donde leer en el ordenador se me hace terriblemente cansado y francamente agotador. Por eso, son muy pocas –las podría contar con los dedos de una mano– las series que sigo sí o sí por ese método: One Punch-Man, gracias al cielo, está en ese grupo.
Y digo que a alguien se lo tendré que agradecer porque esta obra es lo mejor que he leído en mucho tiempo. De hecho, es de lo mejor que se está haciendo actualmente, tanto a nivel artístico-narrativo como a un modo mucho más industrial y mercantil: el modo de publicación de esta increíble obra es, posiblemente, el principio de lo que acontecerá durante los próximos cincuenta años en el panorama. Y es que, por si alguien no lo sabe, la obra de ONE y Yusuke Murata se publica directamente en la red, en la página de la Young Jump concretamente, respetando así el proceso de publicación que ya llevaba quién quiera que esté bajo el pseudónimo de ONE en la versión anterior de esta obra y que ahora está siendo dibujada de nuevo por ese titán que es Murata, del cual no hemos podido disfrutar nada en nuestro país desgraciadamente.
Pero no sólo es que el proceso de publicación sea cuanto menos llamativo –luego, por supuesto, se publica en tomo, eso sí– sino que la obra es tremenda en todos los aspectos. Divertida, dinámica y, sobre todo, adictiva. La historia de Saitama y Genos es cuanto menos sorprendente, y a pesar de tener mucho de procedimental ésa no es sino una estructura interna bien asimilada (y aprovechada) para plagar cada capítulo de innumerables referencias y parodias a otras obras y estilos con un guión que es incisivamente cómico y sorprendetemente maduro, con esa presentación caótica de un superhéroe que perdió el pelo en su entrenamiento a costa de convertirse en el hombre más fuerte sobre la tierra. Porque, después de todos los gags que hay –algunos diálogos son increíbles, vaya– hay también de reflexión, de un pequeño envalentonamiento y de un mensaje acerca del poder y la frustración bastante interesante y que no hace sino acabar de redondear todo lo anterior.
Leedla, leedla ya. Y pedidla muy fuerte.