El coleccionismo en el manga: para gustos los colores

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El coleccionismo en el mundo del cómic se suele asociar a la forma en que los estadounidenses lo ven: el objetivo es conseguir números 1, o números que marcaron un hito por el motivo que sea, en su primera edición y en el mejor estado de conservación posible.

Para ello hay que invertir cantidades de dinero que pueden llegar hasta el millón de dólares en casos como las primeras entregas de las aventuras de Superman o Batman, pero esta búsqueda del tesoro se diluye cuando se trata de las ediciones traducidas. No es lo mismo. Sin embargo, ¿cómo es el coleccionismo en el caso del manga y, más concretamente, en nuestro caso como lectores de cómic japonés?

Hay varias formas de hacerlo, y una de ellas es la que podríamos considerar equivalente a la de los cómics de superhéroes: conseguir colecciones de manga clásico, o solo el número 1, en su primera edición, algo que no es especialmente fácil pero que tampoco obliga a desembolsar las cantidades de dinero que se mueven en los Estados Unidos. Y, por supuesto, implica ir personalmente a Japón y rebuscar entre los miles de tiendas que existen, claro.

Para los que tenemos menos tiempo y dinero y compramos lo que se edita en nuestro país, el coleccionismo de manga adopta otra dimensión, o va por otros derroteros (como queráis): cuando se reeditan títulos, práctica que está muy de moda últimamente por el conservadurismo de las editoriales en tiempos de crisis, se produce el dilema (o trilema). ¿Nos deshacemos de la edición que ya tenemos para comprar la nueva, nos quedamos con la que tenemos o compramos la nueva y tenemos ese manga dos (o tres) veces? Lo que lleva a otra pregunta: ¿tiene más valor coleccionista quedarse con la «vieja», por el efecto nostalgia, a pesar de los errores que pueda tener (traducción, sentido de lectura occidental, fallos técnicos, etc.)?

Ahí es cuando cada uno actúa según su propio criterio y otras circunstancias. Incluso hay quien no tiene completa dicha colección pero tampoco se quita de encima los números que tiene, y sigue con la nueva en el punto en el que se había quedado con la vieja, algo que provoca ataques de incomprensión e intolerancia en aquellos que no pueden imaginar que su colección no mantenga el mismo lomo en todos sus números y prefieren que su colección quede incompleta a que «quede mal» en su estantería. Un fanatismo, por cierto, que ha llevado a que Planeta, por ejemplo, mantuviera el aspecto y el tamaño de las ediciones de Naruto y Saint Seiya al quedárselas después de perderlas Glénat/EDT, lo que demuestra que las editoriales conocen y respetan estas preferencias. Por supuesto el logo de la editorial cambia, pero estaremos de acuerdo en que es un mal menor.

Personalmente tiendo a adquirir las nuevas ediciones, para mí son las mejores (especialmente en términos de traducción), siempre y cuando pueda deshacerme de las anteriores y, con el dinero, financiar buena parte de las nuevas. Sin embargo este sistema puede estallarnos en la cara en casos como el reciente de Nausicaä del Valle del Viento, que muchos vendimos sin saber que se cambiaría la edición normal por la de superlujo-limitada-enorme al mayor precio que se ha visto jamás en la historia de la publicación de manga en España.

En los tomos únicos y gruesos también prefiero la tapa dura a la blanda, por una simple cuestión de conservación, de la misma forma que los cómics estadounidenses los adquiero en recopilatorios, pues en grapa se guardan peor y aguantan peor el paso del tiempo. No lo ven de la misma forma los coleccionistas de aquel país, para los que cualquier recopilatorio tiene un valor coleccionista igual a cero, sea o no de material clásico. Prefieren piezas de museo en su funda y si puede ser enmarcadas y colgadas en la pared. Para mí el coleccionismo es velar por la buena conservación de los cómics pero sin dejar de leerlos cuando me apetezca.

Pero claro, esa es mi opinión, y conozco a gente que se queda con las ediciones antiguas de los mangas, aunque estén en el formato Biblioteca Manga (medio tomo de los actuales), o sean prestigios de Norma (pocas páginas y un pequeño lomo, no grapa), o se trate de primeras ediciones de Glénat traducidas del francés y en sentido de lectura occidental. Porque lo prefieren así, porque para ellos tiene valor coleccionista o sencillamente porque se rompen menos la cabeza que los demás y son felices sin saber (o pasando de) si hay o no ediciones nuevas de los mangas que han disfrutado y leído varias veces. Son formas de verlo. ¿Qué opináis vosotros?