Reseña de Sex Report: Diario de un putero en Japón

6174525089_25ef9ed375_z

El manga, pese a que a los que estamos en esto no nos gusten las etiquetas que los medios dan muchas veces sobre él, tiene usualmente cierto fanservice –especialmente en el shonen, que es el género que aquí más vemos–, por lo que cualquiera ajeno al tema se puede sorprender al ver como se muestra algún pecho sin demasiado pudor en ciertas obras. Pero Sex Report es más que eso: es una obra sobre sexo, sobre prostitución. Sin más: no hay una historia por delante que contar para mostrar de una manera más secundaria todo lo que Hiromi Hiroguchi tiene que ofrecernos acerca de sus experiencias sexuales.

Y ahí radica lo curioso e interesante de esta obra: una vez que –después de la inevitable estupefacción– comprendamos que aquí el autor va a por todas, sin importarle absolutamente nada lo obscenamente absurdo de sus relatos de putero, podremos elegir si estamos dispuestos a leerlos o no.

Y es que este diario de putero tiene ese objetivo muy claro, el de lo obsceno sin más: el dibujo es feo –aunque rezuma un estilo y encanto muy parecidos al de Shin-chan o la reciente El perro enamorado de las estrellas, que a mí personalmente me gusta mucho–, y no se para en la recreación; un niño pequeño podría dibujar unos pechos con más encanto que los que hace el japonés responsable de este compendio de experiencias sexuales: algunas más grotescas que otras, pero todas contadas con una sencillez y un sentido del humor francamente sinceros, cosa muy de agradecer en una obra como esta, donde los rodeos y las buenas intenciones se aparcan para contar la crudeza de una profesión algo distinta en Japón que aquí. Aun con todo, eso sí, la obra tampoco quiere que veamos la prostitución –japonesa o de donde sea– desde un prisma malo o perverso, ni siquiera invita a la reflexión –no al menos de forma intencionada–. Es un tomo –enorme, por cierto– donde un tipo con cara de pervertido narra lo mucho que disfrutó con alguna mujer. Y ya.

El autor se divierte contando todos sus trejemanejes con algún ama de casa aburrida o con una tipa de cien kilos que le hizo disfrutar por un puñado de yenes. Eso nos puede parecer más o menos divertido, pero desde luego curioso es un rato. No es una obra para todos los públicos, pero ya no sólo en la clasificación adulto/niño: no es una obra para todos los paladares y a muy pocos satisfará de una manera completa. Por lo que vale hay un buen montón de obras que harán pasar mejor rato que esta.