Dicen que La nueva isla del tesoro es el manga con el que Osamu Tezuka, el Dios del Manga, debutó. Es un dato muy extendido y, como suele ocurrir en estos casos, es difícil que aflore la verdad, y esta es que en realidad (como en los extras del mismo tomo cuenta el propio autor) ya había dibujado antes varios mangas, y de forma profesional.
Lo que sí es cierto es que la obra que se conoce en japonés como Shin Takarajima, de 1947, fue el primer manga que se publicó en forma de libro, es decir sin serializar, uno de los primeros en contar una historia larga, que fuera más allá de las historias en cuatro viñetas, y el primer gran éxito de Tezuka, que significó un boom para su carrera pero también para el manga en general, que no sería lo que es hoy sin este cómic de hace 66 años.
La nueva isla del tesoro es una historia sencilla, como decíamos un boom en su época porque nadie había hecho nada parecido hasta entonces, pero sencilla al fin y al cabo: un chico llamado Pete, prototipo de Ken’ichi —niño habitual en las obras de Tezuka—, encuentra un mapa del tesoro y junto con el capitán del barco, «interpretado» por Makeru Butamo, a su vez prototipo del popular Mostacho (aunque luego coexistirían, siendo el segundo mucho más habitual), llega a la isla donde supuestamente está el tesoro viviendo por el camino peligrosas aventuras, con la presencia de piratas y hasta una especie de Tarzán.
Es un manga que se lee en unos minutos, y no solo por el poco texto que contiene, sino también por su ritmo narrativo trepidante, muy dinámico, y sus casi 200 páginas, sí, pero páginas en las que encontramos entre 3 y 4 viñetas como máximo en vertical, algo que contribuye al mencionado dinamismo. La imagen que veréis ahora corresponde a 4 páginas, en realidad (leed de arriba abajo y de derecha a izquierda):
En ellas, aunque nos choque el formato y lógicamente den menos trabajo que la misma cantidad de páginas si estuvieran llenas de viñetas, veremos el lenguaje sumamente cinematográfico con el que se expresaba Tezuka en los cómics, sin duda por influencia disneyana y del mundo audiovisual en general, pues era un gran aficionado al cine. Ahora todo esto está desfasado, pero en aquel momento un manga de estas características gráficas y argumentales era algo rompedor que cambió el cómic japonés para siempre.
Remarcamos lo anterior para que no perdáis de vista la importancia histórica de La nueva isla del tesoro, porque si lo cogéis sin más y esperáis ver por qué el admiradísimo Dios del Manga dio tal pelotazo os llevaréis un chasco: es una de sus primeras obras y como tal la encontraréis ingenua, simplista y gráficamente poco atractiva, incluso para los estándares del maestro, al que caracterizaba un estilo de dibujo más bien parecido a Disney (el de Mickey Mouse y compañía, no el de los aclamados largometrajes clásicos), que como ya se ha dicho muchísimas veces fue su principal inspiración.
En realidad el tomo que llegó a nuestras manos en 2008 gracias a Glénat es un remake, como suele ocurrir por desgracia con las obras de Osamu Tezuka —que tenía afición por perder los originales de sus trabajos—, y cuando había que recuperarlos décadas después para reeditarlos se veía obligado, a menudo, a redibujarlos (otras veces simplemente le apetecía hacer cambios con la perspectiva que da toda una carrera, pero eso ya es otro tema). Eso significa que no veremos el dibujo de los años 40, sino el de los 80. Aunque el maestro mantuviera un estilo con pocos cambios a lo largo del tiempo, hay diferencia.
En el caso concreto de La nueva isla del tesoro, sin embargo, lo de perder los originales fue una bendición: como nos cuenta Tezuka en los mencionados extras del tomo, se negó durante casi toda su vida a que se reeditara La nueva isla del tesoro, por muy importante que fuera para su carrera y para la historia del manga, debido a que cuando se publicó en plena posguerra se hizo en unas condiciones técnicas que dieron como resultado un libro de gran éxito comercial y muy influyente para muchísimos autores, pero con un acabado que estaba lejos de los originales que él había entregado.
Además, el señor Shichima Sakai, mentor de Tezuka que le había encargado la historia dándole mucha libertad, acabó por hacer demasiados cambios para el gusto del Dios del Manga, y encima aquel libro se publicó como si Sakai fuera su único autor. Para la publicación de las Obras Completas de Osamu Tezuka, décadas más tarde, se decidió que La nueva isla del tesoro entraría, pero redibujada y con todos los cambios revertidos, es decir que estamos ante un remake pero al mismo tiempo una versión más cercana a la historia que Tezuka imaginó en un principio. De ahí que, como decíamos, en este caso la pérdida de los originales fuera una bendición.
Todas estas curiosidades las encontraréis en los extras del tomo, que consisten en un artículo introductorio del experto Alfons Moliné, el diario de debut de Tezuka en el que nos cuenta su vida en la época de creación de este manga y una explicación final del propio autor sobre el lío con las ediciones del mismo.