Según Clint Eastwood, las opiniones son como los culos: cada uno tiene el suyo. Es una frase lapidaria a la que yo suele acogerme bastante, ya que soy de los que defienden con ahinco que la única opinión que cuenta o al menos debería contar es la de uno mismo. Sin embargo, eso no quita que a veces se me haga cuesta arriba enfrentarme a una opinión generalizada cuando esta choca de frente con la mía, dado que el factor de la mayoría suele ser más decisivo a veces de lo que en realidad debería.
Enfrentarse a las opiniones generalizadas en el mundo del manga y el anime es algo que a mí me resulta especialmente difícil, sobre todo a la hora de entrar a valorar ciertos títulos que, por un motivo u otro, se han convertido en intocables de una forma casi dogmática, una tendencia que ha llevado a muchos a una sobrevaloración un tanto peligrosa y que la mitad de las veces acaba girándoseles en contra. Supongo que esto es algo que también sucede a otros muchos, porque, quien más, quien menos, tiene en su haber una o varias obras que cree que traspasan las murallas del overrating (tal y como lo llaman los anglosajones), las cuales, en función de cada uno, pueden entenderse como buenos productos afligidos por el excesivo mojabraguismo de su base de fans o directamente como pestiños que no se merecen ni el tiempo que les hemos dedicado.
Bajo esta dicotomía he querido basar el siguiente artículo en el que expongo cuáles son, según mi opinión –repito para ese de la última fila que nunca se entera: MI OPINIÓN–, los cuatro animes que yo creo más sobrevalorados de entre los que he visto hasta la fecha, artículo que os ofreceré en dos entregas distintas debido a la extensión de este y por una cuestión de haceros la lectura más cómoda. Espero que lo disfrutéis y que no tengáis que afilaros demasiado los dientes.
Neon Genesis Evangelion
El caso de Neon Genesis Evangelion es especialmente particular. Y es que aunque puedo llegar a entender los motivos que instan a muchos a considerar el clásico de GAINAX como uno de los mejores animes de la historia, cabe decir que no los acabo de compartir, bien sea porque sus reconocidas virtudes me resultan algo impostadas o, en su amplia mayoría, demasiado enaltecidas por su base de fans. Soy el primero en reconocer los diversos puntos que la convierten en una obra con mucha personalidad, tratada desde todas las perspectivas con algo más que una visión meramente funcionalista y, en definitiva, valiente y sumamente atrevida, sobretodo a la hora de buscar la imperfección en sus personajes con tal de darles un perfil más humano y coherente, de apostar por un lenguaje audiovisual ciertamente rompedor en el mundillo y de intentar darle un sentido más redondo a la histora dotándola de un trasfondo ideológico y filosófico.
¿Por qué, luego entonces, con tamaña integridad de virtudes, aparece Evangelion en esta lista? Muy sencillo: más que una obra sobrevalorada propiamiente dicha, la historia de Hideaki Anno está, como tantas otras, excesivamente mitificada, queriendo hacer de sus mencionados puntos positivos algo demasiado excepcional cuando la realidad es que se quedan un poco a medias: los personajes, de tan coherentes consigo mismos que quieren ser, acaban excediéndose y haciéndose cargantes –Shinji es un pusilánime demasiado pusilánime y Asuka es una obstinada y prepotente demasiado obstinada y prepotente–, el lenguaje audiovisual se basa en demasía en el innecesario alargamiento de los planos estáticos y el mencionado componente filosófico es algunas veces tan simplista y otras tan abstracto, rebuscado y difícil de seguir que acaba por entenderse como un simple batiburrillo de imágenes experimentales y frases rimbombantes presuntamente profundas, otórgandole a la serie un clímax final que, de tanto que se excedió en sus pretensiones transgresoras, resultó inapropiado. Ni siquiera el desenlace más al uso –pero no menos confuso– que fue The End of Evangelion logró redimir enteramente a la serie de Anno.
Elfen Lied
Como ya me he esforzado en remarcar, el criterio utilizado para este ha artículo no se ha basado únicamente en la inclusión de casos excesivos del tema a tratar, sino más bien en ofrecer mi propio punto de vista sobre determinados animes que, por A o por B, considero que han recibido un trato demasiado entusiasta del público, ya sea bien porque su buena calidad no dé tampoco para tantísimas buenas referencias –como, sin ir más lejos, el caso ya visto de Evangelion– o porque verdaderamente no se merecen ni las migajas de lo que han llegado a alcanzar. De hecho, la única serie que reune los requisitos para entrar en este último grupo es Elfen Lied, la cual supone para quien escribe estas líneas el caso más ridículamente escandoloso en lo que a series de anime sobrevaloradas se refiere, llegando a alcanzar altísimas notas medias en páginas web de renombre como FilmAffinity –7’5– o ImbD –8’0– que soy incapaz de comprender ni asimilar.
La serie de Lynn Okamoto es la prueba viviente de que el éxito no necesita emparejarse con la calidad para manifestarse en todo su esplendor, un caso particularmente inexplicable que no destaca lo suficiente en ninguna de sus partes como para merecer ese lugar tan selecto dentro del círculo de las obras llamadas «de culto», tal y como la gran mayoría de su fanbase, tanto de la serie como del manga, se ha emperrado en vendernos. Con un diseño simple carente de vistosidad –deudor del despropósito surgido del dibujo de Okamoto–, un guión sostenido por alambres que va dando palos de ciego y unos personajes sumidos entre la estupidez y la falta de carisma, Elfen Lied es una de las decepciones más sonadas que ha podido dar la animación japonesa. Un espectaculo sin ritmo ni gracia que, para colmo, intenta justificar su escasa calidad narrativa embadurnando sus empalagosas subtramas amorosas con un tono poético súmamente artificial y enfatizando su lado más gore de un modo que, lejos de servir como soporte dramático, trivializa aún más la historia de Nyu y su pretencioso trasfondo. Ni su hermoso opening ni su cuidado apartado musical la salvan del desaguisado.