Las cancelaciones de Planeta son algo así como ese grupo de rock de los ochenta o noventa que tanto te gusta y que ahora desgraciadamente no sigue en activo: todos tenemos uno. Al mismo que le jode que Morrisey y Marr no sigan por los escenarios juntos tampoco le gusta un pelo que Liar Game se parara, y quizás el mismo que aún se pregunta por qué los Gallagher no dejan de llamar la atención y vuelven a juntarse está en un rincón llorando porque Detroit Metal City no funciona en este país.
Las cancelaciones de Planeta no gustan a nadie, y es normal: no son pocas y encima muchas de ellas son series de una calidad más que notable. Todos, queramos que no, hemos visto alguna serie que nos gustase siendo parada: en mi caso personal, las dos obras que más me dolieron fueron Yu-Gi-Oh! y Shin-chan. Eso sí, ambos mangas –radicalmente distintos el uno del otro tanto en concepción como en desarollo– ya los había disfrutado antes: tanto la obra de Usui como la de Takahashi las estuve comprando en sus formatos comic-book años atrás.
El primero es conocidísimo, y no es para menos: como ya todo el mundo sabe, a raíz de la obra original surgió todo el juego de cartas de mismo nombre que aun hoy en día sigue vigente con un buen número de adeptos a sus espaldas. Y es que esta es una obra curiosa, pues al principio no tenía nada que ver con el juego de marras; es decir, ya había mucho de mitología egipcia y está ya presente ese juego entre el Yugi pequeño y el mayor que se mantiene siempre, pero se respira otro tipo de situaciones. El cómo se desarrollan las siguientes tramas no es malo, ni mucho menos, pero hay un buen puñado de historias apasionantes que merecen mucho la pena al principio y que quizás han pasado más desapercibidas. De hecho, han habido un montón de secuelas de la obra –centradas directamente en el juego– pero desde luego ninguna como la original: divertida, fresca y directa. Es un shonen muy recomendable, y es una pena que la edición en tomos que vimos aquí fuese tan errada de camino: quizás con un precio dentro de la media –la parada en el duodécimo vale unos doce euros por tomo– podría haber funcionado. Decisiones editoriales equivocadas para un serie que esperemos podamos ver terminada algún día, pues de ésta sí tengo ciertas esperanzas, no en cambio de la ya mencionada Shin-chan.
Y me duele pensar así: es una pena que no disfrutemos de una serie como la divertidísima historia del fallecido Yoshito Usui. Recuerdo muy bien todo lo que compré –y disfruté– de la obra: lo primero fueron aquellos tomos bien grandes (aunque antes hubo una previa en formato horizontal que duró muy poco pero que no tuve), muy finos eso sí, con portadas totalmente inventadas y sacadas de alguna viñeta del volumen. A pesar de ello y en parte a su fantástico precio (3 euros y gracias también a lo indudable de su calidad como cómic para adultos) la estuve comprando una buena temporada. Desgraciadamente, la serie fue terminada en el número 50 –la catalana de idéntico formato llegó al 70– y tuvieron que pasar unos años hasta que Planeta anunciara que pensaba sacar una nueva edición de las historias de la familia Nohara.
Seguro que esa la recordáis mejor: no tenía sobrecubietas y también era bastante finucha, pero su otra vez inigualable precio –sí, tres euros, pero esta vez contenían el doble de páginas que la anterior versión– volvía a hacer que fuera un producto casi idílico. Pero, cosas de la vida, nadie la compró: Planeta la paralizó al decimotercer tomo y hace poco la retiró completamente de su página web; está ya descatalogada y no hay ningún tipo de viso de que la volvamos a ver por aquí. Y es extraño, porque el anime sigue emitiéndose y consiguiendo resultados aceptables en teoría.
El manga no acaba de cuajar en nuestro país, y me jode. Ahora lo que voy a intentar es hacerme de alguna manera con la catalana, que llegó bastante lejos, y al menos así sacarme esa espinita de poder tener todo el material posible de uno de mis mangas favoritos.