Reseña de Haru en el reino de los gatos

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Bienvenidos a una entrega más de nuestro ciclo Ghibli, hoy le toca el turno a Haru en el reino de los gatos, una película maravillosamente regulera.

Haru en el reino de los gatos nos cuenta la historia de una niña (Haru, vaya) que un día al salir de clase salva a un minino de ser atropellado. El felino promete agradecerle aquello, previo alucine de la niña, y sale a escape porque tiene prisa por hacer sus cosas de gatos. Ya en su casa, a medianoche, Haru oye un gran revuelo en la calle, es el rey de los gatos que ha venido a ofrecerle llevarla a su reino para casarse con el animalico al que había salvado aquella tarde, que no es otro que el príncipe Lune.

Este es más o menos el planteamiento inicial de la historia, una historia que llama la atención por su componente animalesco, y es que la gran mayoría de personajes que aparecen son gatetes.

Creo que esta película de Ghibli es quizás la más japonesa por decirlo de un modo amable, porque aunque en Japón los gatos son un tema recurrente tanto en el folclore popular como en la cultura contemporánea, en occidente la sensación que nos transmite esta animalización de la trama es la de una película muy infantil. Y sí, está claro que Ghibli produce películas para niños, pero ese gancho que tenía con la gente más entrada en años, pierde un poco de fuerza en esta película. Al menos, ya digo, en occidente

Así pues, estamos ante una película infantiloide cuyos valores morales, además, son incluso demasiado evidentes, como si te disparasen un cañonazo de ética en toda la jeta. El mensaje de la película es «sé tú mismo», y esto lo sabemos porque los personajes lo dicen textualmente no una, ni dos, sino hasta tres veces, todas ellas precedidas de una breve pausa que te dice «Eh, atento, que ahora te vamos a dar un consejo muy profundo».

De todas formas no todo son pegas, la distribución del tiempo que ha empleado Hiroyuki Morita en esta cinta está muy bien escogida. Es una película que dura escasos 75 minutos y que por ello no se hace pesada en ningún momento, pero tampoco se hace corta, te muestra lo necesario para saciarte sin aburrirte. Sigue un esquema muy básico pero optimiza mucho la duración de cada parte de la película, consiguiendo un resultado muy dinámico a mi parecer.

El dibujo, bueno, ya sabéis cómo es Ghibli, trazos sencillos pero peculiares, bonitos escenarios y personajes trabajados, no hay mucho más que añadir a esto. Sólo decir que el personaje del barón Humbert von Gikkingen, una mezcla felina entre Sherlock Holmes y El Zorro, me parece el mejor de la película y de los mejores de Ghibli.

Hay también una cosa que llama la atención y es que, en lo que a gatos se refiere, el estudio ha realizado muy bien los diseños de los personajes gatunos relevantes, pero el resto son un “copia y pega” continuo de cuatro modelos contados que me recordaba por momentos a aquellos videojuegos de hace unos años donde todos los soldados enemigos eran idénticos.

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Encontramos varios sinsentidos en el trascurso de la historia, sobretodo en la parte del laberinto, que no hacen sino reforzar mi tesis de la película infantil. Por ejemplo, el cuervo Toto sabemos que está en el reino de los gatos porque ha llegado con el Barón, pero no aparece para ayudarles cuando podría llevar directamente a Haru a la salida. Tampoco se entiende por qué, si se ve perfectamente que pueden subirse encima de los tabiques, no avanzan en línea recta saltándolos por encima. En fin, una serie de situaciones que te dan ganas de tirarles de los pelos, sobretodo a Haru, que demuestra ser una de esas protagonistas torpes e incapaces de razonar.

Luego, también tenemos por ahí algún que otro “deux ex machinazo” que te cuelan como quién no quiere la cosa, lo que a mi juicio no resulta demasiado importante (lo sería si estuviésemos ante una película de acción por ejemplo) pero no deja de ser algo feo.

En resumen, la película tiene muchas carencias sí, pero su buen ritmo hace que no te canses de ella de buenas a primeras y su calidad técnica es motivo suficiente para echarle un ojo. Una película que ni fú ni fá.