Cuando innovar no siempre es lo estrictamente necesario

Benhur_Sanchez_Suarez_1967

Muchas veces, y especialmente desde hace unos años a esta parte, se viene hablando mucho sobre la innovación en el terreno del manga. En otros campos, especialmente en los audiovisuales, también, claro, pero evidentemente yo me centraré en lo que al cómic japonés se refiere. Estamos en un punto donde vemos obras y obras pasar por delante de nuestros ojos sin parar. Ya no sólo en la tienda, donde hay también hay un buen puñado de manga y muchas veces no sabemos ni qué coger, sino en general en internet. No es complicado pegar un vistazo a twitter o algún foro para darse cuenta de cuán grande es la ley de la oferta y la demanda en este terreno. Muchas veces, de hecho, se produce más manga de lo que el propio lector medio puede consumir.

Ante esa falta de tiempo para leer o también ver alguna serie de animación, se tiene que escoger como buenamente se pueda. Y uno de los puntos que se suelen tener en cuenta, casi como una primera idea que nos servirá para marcar nuestra opinión de todo lo demás es el hecho de ver si innova o no. Obras de buena calidad, o mediana al menos, son criticadas duramente por no suponer un avance en la industria; por no presentar a un lector cada vez más exigente –e imbécil– una nueva formula mágica para narrar algo.

Puedo entender que haya lectores a los que no les apetece embarcarse en la aventura de leerse el último éxito de la Jump con 50 tomos a sus espaldas y contando –a mí tampoco–, pero me  chirría cuando no se hace porque no es especialmente original. Es entretenida, sí, incluso su argumento gusta y presenta una sucesión de acontecimientos interesante y, dentro de lo típico, bien llevadas, pero como no es nada nuevo, se pasa.

Muchas veces no nos damos cuenta de que el manga en sí mismo es un medio bastante cerrado y que no deja la puerta demasiado abierta para hacer las cosas de otra manera de la ya ciertamente establecida. Mirad a Shintaro Kago y su Reproducción por mitosis, la cual se vendió aquí con el pretexto de que era un genio dentro de ese campo. Y la verdad, yo leí el tomo y me dejó bastante contento con mi compra, pero eso no quita para que siempre quiera leer eso: no siempre quiero viñetas que dan la vuelta y tienen un doble sentido con personajes que cruzan una cuarta pared mientras se componen de sus propias historias.

A veces, simplemente, se desea lo que sería el blockbuster cinematográfico en el manga: algo con mayores o menores pretensiones pero cuyo único fin, quizás dentro de un cierto flirteo con algo nuevo, es entretener y ofrecer algo de lo que ya se conoce creando una puesta en escena segura.

Los productos que innovan y suponen algo nuevo son necesarios, por supuesto, pero en cierta medida. Lo que hoy innova (y aquí no me refiero a Kago sino a otro tipo de manga como los de Asano por ejemplo) sea posiblemente lo que se conocerá como «normal» dentro de unos años, igual que lo que tenemos hoy en día no era lo que se estilaba hace unas décadas. Los tiempo cambian y las obras se adecuan a ellos sin que nos demos cuenta. Quizá no tanto por el buen ojo del editor o el autor sino por algo involuntario y tan sencillo como lo son los propios giros que da nuestra sociedad.

Leamos y disfrutemos de lo que hoy tenemos, del modo de hacer las cosas ya sea con unas historias ciertamente conocidas o siguiendo algún esquema de manual, y dejemos que todo siga su curso natural. Debemos y podemos disfrutar de lo nuevo, de lo que genios provenientes del país nipón son capaces de hacer cambiando nuestra manera de ver las cosas, pero también de todo lo demás. Porque al final lo importante es que nos guste.