Cuando se lee una obra es inevitable pararse a ver todo lo que hay alrededor: desde el autor hasta los fans pasando por la época en la que se publica (este detalle nos puede hacer percibir la obra de forma muy distinta, desde un producto del montón hasta algo original). He llegado a escuchar a gente que prefiere no leer un cómic –aunque sepa que le podría gustar– porque su ética no se lo permite. Quizás porque el autor se ha visto envuelto en un supuesto caso de pedofilia o algo así. O vete tú a saber. Incluso, y ya dejando al autor a un lado, es posible que un manga nos llegue a dar asco por el simple hecho de que su fandom es deleznable. El autor, en un intento de ganar todos los adeptos que pueda, debe intentar cuidar su imagen desde el comienzo de la publicación. Cuidar a su público también, claro, pero la impresión que el autor debe dar ha de ser siempre positiva. Nadie quiere leer la obra de un tipo que se cree el mejor y que va dando lecciones de cómo hacer las cosas cuando él es el primero en caer en los errores más frecuentes.
La humildad y el afán de mejorar –siendo consciente siempre de las capacidades de uno– son cosas imprescindibles para un autor, y más si es de aquí. Porque si viene de Japón… bueno, aquello está más lejos y es como si se dejara un poco más de lado. Aquí no ocurre eso. Los autores españoles tienen una relación mucho más cercana con los lectores (obvio) y tienen que demostrar mucho más aparte del hecho de que tienen capacidad y talento para conseguir hacer obras de calidad; han de llegar a calar hondo entre el público como personas. Y el autor que obtenga el beneplácito de sus seguidores tanto por cómo es como por el producto que ofrece tendrá todas las papeletas para triunfar.
Jesulink es quizás el mejor ejemplo de ello. El autor alicantino, afincado en Calpe si la memoria no me falla, ha logrado desde el principio crear una relación autor-lector entrañable, con cantidad de chavales sintiendo auténtica admiración por una persona que ya no sólo se dedica a hacerles dibujillos o a intercambiar dos frases seguidas, sino que ha demostrado que se puede. Jesús García Ferrer es casi un icono, el ejemplo al que acuden los chavales cuando les dicen que su sueño de publicar un cómic en internet y que la gente lo lea es imposible. Jesulink es una figura necesaria para todos aquellos que aspiran a publicar y rondan la adolescencia. Más allá de Bakuman y de historias de cómo algún que otro autor logra publicar en alguna revista japonesa, la gente se ha encontrado con un ejemplo español de que sí se puede. Y mientras los seguidores intentan repetir la formula sin éxito, el autor puede ver como esto le da un gran empujón a sus obras y las hace diferenciarse del resto de webcómics, llegando incluso a la publicación de sus tomos para la venta tiendas.
No me malinterpretéis, Raruto y 5 elementos rezuman calidad por todas partes, pero sin ese hecho el éxito habría sido menor. Si en vez de un tío abierto y que va por lo salones siempre con buen gesto a atender a cualquiera nos hubiéramos encontrado con un egocéntrico y prepotente autor esas dos obras no habrían cosechado ni la mitad de la fama que tienen.
Pero dejando todo eso a un lado… ¿Está justificado éste éxito? ¿Se lo merece? La respuesta es un rotundo sí. Un detalle curioso es que además de los ya mencionados adolescentes (que son el público potencial del autor) y que nos sirve para darnos cuenta de una cosa. Más allá de quinceañeros también nos topamos con tíos ya mayores –de esos que compran manga raruno y gafapastoso– que disfrutan como niños de 5 elementos (de Raruto también, pero ésa es ya otra historia) y de todo lo que tiene para ofrecer, que es mucho. Porque si nos paramos a ojear un poco el manga, nos encontramos con que detrás de un dibujo en sus comienzos algo simplón (ahora más trabajado pero manteniendo su toque caricaturesco) se esconde una trama que pretende abordar la difícil tarea de mantener en vilo al lector hasta el final.
5 Elementos significa un regreso a la adolescencia del alicantino; una concentración de animes noventeros con los que Jesulink halla la manera de contar todas esas decenas de historias que con seguridad tendrá en algún cajón. Un idílico regreso hacia las primeras etapas del autor.
La historia nos sitúa en un mundo ficticio en el cual todos los seres humanos nacen con la habilidad de poder dominar un elemento de la naturaleza. Aquí se juega un poco con lo que acabo de mencionar, dando lugar a elementales (que así se llaman) de cosas tan variopintas como el elemento mierda. Esto no pasaría probablemente en un manga japonés comercial, pero aquí se usa bien. El guión de 5 elementos podría pasar perfectamente por un manga de cualquier revista popular japonesa (evidentemente salvando ciertas distancias), pero no hay esa posibilidad. Jesulink no cuenta con ayudantes y no puede hacer un capítulo semanal. El cómic tampoco lo pretende: desde un principio estas limitaciones son perfectamente aceptadas y se trabaja desde ahí con un dibujo cuidado dentro de los estándares marcados por el estilo cómico del comienzo, con fondos simples y capítulos no muy largos y mensuales. Aquí cabe destacar que, que yo recuerde, nunca se ha fallado a una fecha de publicación (aunque sí hay parones tras cada saga). La historia sabe adaptarse al formato, consiguiendo un ritmo con el que quizás no hay tiempo suficiente para la recreación pero sí el justo para comentarnos lo que se quiere. La narrativa está también adaptada a ello con multitud de bocadillos por página, aunque sin llegar a hacer la lectura pesada.
Volviendo al tema de la historia nos encontramos con un protagonista algo típico. En ese sentido Jesulink ha jugado a lo que ha querido cayendo en muchos tópicos, sí, pero de manera intencionada. Torneos, protagonista de fuego, padre ponzoñoso que resulta ser una pieza clave… es lo que hay y nos lo tenemos que tragar. El autor es un lector de shônen y eso se nota. Ha dejado pasar muchas oportunidades de ofrecer algo más novedoso para volver a hacer cosas que ya hemos visto unas cuantas veces. En ese sentido 5 Elementos significa un regreso a la adolescencia del alicantino; una concentración de animes noventeros con los que él halla la manera de contar todas esas decenas de historias que con seguridad tendrá en algún cajón. Un idílico regreso hacia las primeras etapas del autor que, supongo, se verá ya ocultada por guiones más frescos y originales en siguientes obras. Y a pesar de caer en esos momentos todo se mantiene en el aire con unos personajes trazados en su mayoría con cierto gusto, algunos creados directamente para la sorna y la risa fácil, y otros hechos para emocionar. Sea cual sea su objetivo dentro de la vida del cómic, nos muestran la historia de los 5 Elementos, el hilo conductor de todos los sucesos.
Los 5 Elementos fueron un grupo de elementales que trabajaban para el rey. Eran poderosos y lograban todo aquello que se proponían. Sin embargo, un día matan al monarca y desaparecen sin dejar rastro. Todo el mundo les tacha de criminales, pero Kaji, el protagonista, posee un libro, el diario de uno de los integrantes del legendario grupo en el que él confía, intentando demostrar a todo el mundo que conoce en el pueblo al que se acaba de mudar que ellos tenían un motivo, que eran inocentes. En éste conocerá a lo que será el quinteto de personajes que llevará sobre sus hombros todo el peso de la historia. Lluvia, elemental de agua; Zap, de rayo; Sôkar, de sombra; Matarratas, de virus y el ya mencionado Kaji. Como si de un RPG se tratase, cada uno tiene unas características muy bien definidas, así como un papel distinto dentro del grupo. Y aunque al comienzo todo es muy humorístico, de una cierta parte hasta ahora todo se ha ido tornando mucho más oscuro, dejando a un lado la comedia barata aunque divertida para centrarse en la trama principal, mostrando una evolución constante y una mayor carga dramática sobre los hombros de todos los protagonistas.
5 Elementos sabe lo que quiere y lo logra de manera eficaz.