Reseña de Mi vecino Totoro

totoro-color

El objetivo de una película es, se supone, transmitir. Bueno, quizás, y si somos más bondadosos con ciertos films de dudosa calidad, el hecho no es transmitir sino más bien entretener, lo cual son dos conceptos totalmente diferentes y que se tienden a confundir. Entretener es crear algo que el espectador pueda disfrutar de una manera u otra y perder un rato de su vida con un producto que le mantenga por un rato ajetreado y centrado en lo que se le está mostrando. Le puede importar más o menos, pero se está olvidando aunque sea un poco de lo que hay ahí fuera. Transmitir no es eso. Es ir más allá, es lograr que el espectador ya no sólo se entretenga sino que reflexione gracias a un producto, que le llegue a lo más hondo de sí mismo. Que la película (libro, videojuego, serie, etc.) consiga aflorar en él algo que antes no estaba – o estaba muy bien guardado–.

Y digo todo esto por que una de las cosas que han colocado a Ghibli en la cúspide de lo que a cine de animación se refiere es, al menos a mi modo de ver, el hecho de que consiguen con cada una de sus películas este hito, haciendo que el espectador no esté viendo una mera película sino que esté observando mucho más allá gracias a las bondades que Miyazaki y compañía logran introducir en sus films. Cosas como unos maravillosos escenarios, unos carismáticos personajes y un ritmo muy bien llevado que nos permiten enamorarnos de cada escena de sus películas.

tonari no totoro - 022Pero si hay una película que ha servido como la mejor tarjeta de presentación del estudio ésa es si duda Mi vecino Totoro (de hecho, Totoro aparece en el logo de Ghibli), película impregnada de magia por todos lados y cuya principal hazaña radica principalmente en que consigue agrupar todo lo antes mencionado y elevarlo al cuadrado, ofreciéndonos una obra tierna e inocente que puede gustar a todo el mundo y que no intenta impresionarnos con ninguna hazaña técnica en especial, sino que simplemente se deja ver como la aventura de dos niñas que nos enamora por su aparente simpleza.

La película, que data de 1988, comienza con la llegada de Satsuki y Mei al campo. Las hermanas, que tienen a su madre recuperándose en el hospital de cierta enfermedad, se trasladan junto a su padre a una casa más cercana situada en pleno campo. Desde ese momento y a pesar de tener a su madre ingresada, las chicas demuestran su total inocencia mientras conocen a sus vecinos y el entorno en el que viven. Lo hacen de una manera espontanea, clara y sencilla; la gracia con la que se ha dotado a Satsuki y Mei es que los niños de su misma edad pueden verse reflejados perfectamente, pero los adultos pueden caer en la más profunda de las nostalgias al ver a un par de chiquillas que, aunque en algún momento puedan resultar algo histriónicas, siempre resultan creíbles.

Llegado un punto de la película, se nos presenta al ser que da nombre a la cinta, Totoro, el cuál, junto otros seres de índole fantástico, ayudarán a encontrar a Satsuki cuando esta se pierde de camino al hospital donde se encuentra su madre. Realmente ése es el problema que se nos presenta en la historia como punto de inflexión. No es un punto dramático, pero tampoco creo que fuera la intención. En Mi vecino Totoro no necesitamos algo realmente fuerte, desentonaría demasiado con el tono llevado hasta ese momento, pero el hecho de que todos ellos se vean envueltos en la búsqueda de Satsuki sí que permite totalmente que captemos de qué está intentando hablarnos la película durante todo el metraje: del amor y la amistad. Todo ello aliñado con cierto punto de magia y envuelto en preciosos fondos dibujados con mucho mimo.