Opus #2 Dueño de tu destino

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Contaba Ryusuke Mita en Dragon Half que se decía que a Tezuka se le aparecían sus personajes para ayudarle con sus mangas y que a él, en una dura noche de trabajo, también se le aparecieron los suyos en un momento entre el sueño y la fatiga. Éste es un ejemplo bastante extremo de la relación establecida entre un creador y su obra, separados por el límite entre la realidad y la fantasía aunque un autor pueda ver a sus personajes como parte de sí mismos o como alguien mucho más cercano a ellos que cualquier persona, pues al fin y al cabo, lo saben todo sobre ellos y en el quehacer de su trabajo han pasado mucho tiempo juntos.

Si en el primer tomo la historia ya mezclaba fantasía y realidad al viajar el mangaka a su obra y su personaje a la realidad, en este volumen este meta-manga llega a su culmen, viajando en el tiempo del manga Resonance para evitar que se altere su línea temporal y afecte a los personajes.

Chikara Nagai acepta su condición de dios de ese mundo y utiliza sus capacidades para evitar la destrucción del mismo a la vez que se explica más la trama del manga, profundizando en los detalles que hasta entonces habían pasado desapercibidos, enfrentando a Satoko a su vida sin poder hacer nada por cambiarla. Esta temática, la relación entre la realidad y la fantasía, será una de las preferidas del autor en sus siguientes obras de anime, como se refleja en Perfect Blue o Paprika. Y aquí, en Opus, ofrece buenas ideas sobre ello, como los espacios en blanco que existen en el mundo de Resonance al no haber sido dibujados, la fragilidad de algunos escenarios al no haber sido trabajados a fondo, la posibilidad de dar vida con un papel o la delimitación entre el trabajo del artista y sus ayudantes.

Por desgracia, el cierre de la revista Comic Guys, en la que se serializaba Opus, dejó la obra inconclusa. Afortunadamente, la edición de Planeta recoge las páginas inéditas con las que Satoshi Kon daba por finalizada la historia, de una manera muy abrupta pero sin duda espectacular, al darle otra vuelta de tuerca a esa confrontación entre fantasía y realidad. Alguien muy interesado en la trama del manga puede sentirse desilusionado ante el abrupto y singular final, mas hay que valorar la posibilidad de que lo que Kon pretendía no era contar una historia, sino, como el propio nombre del manga indica, filosofar sobre el manga,  la narrativa y la creación artística en general.