Reseña de Sand Land

sandland-new-edition_9788416051731Cuando Akira Toriyama dijo basta, cuando se cansó de verdad de Dragon Ball y le puso final apresuradamente y dejándolo todo a medias, se echó a la bartola y se dedicó a sus aficiones, desapareciendo de golpe del primer plano del mundo del manga, y con el paso de los años, sin ningún atisbo de regularidad, nos fue regalando historias cortas, experimentos, por aquello de no perder del todo la costumbre de dibujar cómics.

Entre aquellas obras las hubo que formarían parte de sus recopilatorios de historias cortas, Mankan Zenseki (también publicados en España por Planeta), y otras que dieron para volúmenes enteros, aunque únicos. La más reciente de ellas, y lo de «reciente» es casi de chiste, fue Sand Land, aparecida en 2000, editada en castellano en 2001 y que ahora ha vuelto, 13 años después, de nuevo bajo el sello de Planeta y siguiendo el ejemplo de Cowa! en un formato tipo kanzenban inexistente en Japón.

Es una oportunidad única y actualizada (la traducción, a cargo de Marc Bernabé, es nueva) de disfrutar de la que es probablemente la mejor entrega de esta «cuadrilogía» de volúmenes únicos formada por Cowa!, Kajika —se entiende que también será recuperada por Planeta—, Nekomajin y la que nos ocupa, una obra argumentalmente muy toriyamesca y con un dibujo más currado de lo habitual en un autor venerado, pero conocido (y reconocido) por su vagancia, además de afectado durante muchos años por el cansancio de Dragon Ball, que ya en sus últimos tomos era evidente que dibujaba por inercia.

En Sand Land parece que el maestro se recupera —sin matarse en los escenarios, que con la excusa del argumento vuelven a ser los espacios áridos en los que tenían lugar muchos de los combates de Dragon Ball— y nos ofrece una trama sencilla (el joven demonio Belzebub y su sirviente Thief viajan junto al humano Rao en busca de un manantial que debe devolver la vida a la tierra yerma que da nombre a este manga), tremendamente amena y con los elementos que tan bien definen a este señor, como son los combates —se diga lo que se diga de su dibujo y su capacidad laboral, nadie los narra como Toriyama—, los detallados vehículos y los gags humorísticos introducidos con sabia precisión, y entre los cuales, eso sí, hay algún cameo, aunque no tantos como en Nekomajin, donde el hombre se excedió.

Sand Land gustará sin duda a los fans de Akira Toriyama, que quizá tengan la sensación de que, como historia, podría haber dado para dos volúmenes sin muchos problemas. Eso es síntoma de que engancha.