Nos las prometíamos felices –yo, por lo menos– al pensar que quizá Aldnoah Zero no coparía todo el protagonismo del género de roboces mastodónticos, y que Shirogane no Ishi: Argevollen, el otro anime de mechas de la temporada, venía para hacerle un poquito de sombra. Y en defensa de ello diré que no era tan descabellado: no es que a las factorías niponas de animación se les dé precisamente bien eso de montar tráilers, pero el que vimos allá por marzo de lo último de XEBEC invitaba a confiar en una obra de género al uso, con todas todas las virtudes y limitaciones que de ella cabía esperar.
No quiero hablar de espejismos, desengaños o decepciones cuando apenas la serie ha echado a gatear, pero sí podemos permitirnos hablar en términos de un recibimiento más bien tibio; al final, Shirogane no Ishi: Argevollen se ha mostrado más comedido de lo esperado a la hora de mostrar sus credenciales y menos preciso a la hora de afilar su sentido del espectáculo. En su lugar, el director Atsuya Ootsuki parece haber perfilado este primer capítulo como una toma de contacto con todo lo que determinará la entidad de la serie, especialmente a la hora de enmarcar la historia dentro su propio contexto espacio-temporal. Y es aquí donde, de hecho, Argevollen pega un patinazo que puede procurarle un señor hostiazo antes de tiempo: por momentos, parece que no le importen lo más mínimo las disonancias entre lo que cuenta y cómo lo cuenta, por lo que a veces uno no evita quedarse ojiplático ante unos personajes que se toman con demasiada calma el hecho de estar inmersos en una guerra. Una suerte de disonancia en la que lo se explica y lo que se ve apenas se corresponde, y que se reduce, en términos generales, a una pura cuestión de coherencia interna.
Asusta también un problema que se hace muy latente y que no baja de lo imperdonable en un anime de mechas: Argevollen, por lo menos en estos primeros 24 minutos, adolece una falta de intensidad en su metraje que se ceba especialmente con un guion un tanto endeble y una presentación visual y estética más rutinaria de lo imaginado, y que obliga al espectador, no sin cierta urgencia, a rezar porque el equipo creativo de XEBEC haya realizado un despliegue de medios más ambicioso y menos conformista en los siguientes episodios. El esfuerzo es palpable y las intenciones se antojan decididas, pero la puesta en escena está poco inspirada y no consigue brillar ni en las escenas de lucha, que es donde toda obra de género debe despuntar y compensar sus fallos. Todo un problema de intensidad, como ya hemos dicho, pero que, en términos menos superficiales, choca también con un problema de personalidad.
La solución está tan clara que puede resumirse enteramente en una cuestión de mayor ambición. Siempre hay potencial en toda propuesta que se tome en serio a sí misma, y a pesar de las disonancias antes mencionadas, en Shirogane no Ishi: Argevollen sigue percibiéndose el olor de una obra dispuesta a seguir los patrones, que no a clonarlos, de un género al que nosotros siempre recibimos y recibiremos con los brazos abiertos. Pero antes, eso sí, hay que arremangarse bien e ir de lleno al tajo.